10 abril 2013

Dos sueños impúdicos

Sueño uno

Aparecemos en escena varios familiares y yo, estacionando un Chevrolet Corsa al borde de las escaleras de El Calvario, entrada la noche. Por supuesto, un choro aparece en escena. Mi primo pierde los papeles y grita como loco. Yo camino rápido hacia el carro, pero el choro me apunta con su pistola, grita: «quieto», y tuve que darle mi Galaxy S3.

Pasamos a otra escena, y aún estamos al borde del cerro El Calvario. Hay un pordiosero que atraca a un transeúnte. La pistola que usa es la misma que utilizó el choro para inutilizarme. El pordiosero dispara a quemarropa tres veces pero falla. Entonces, me doy cuenta que la pistola es falsa. Me abalanzo sobre el pordiosero, y le doy varias trompadas. En el trajín, el pordiosero deja caer un teléfono muy parecido al mío. Tomé rápidamente el celular, que asumí era el mío, y le di más trompadas al viejo, hasta matarlo.

Finalmente, aparezco en casa, me pongo la camisa y perfume, me veo en el espejo. Estoy bien. Agarro el teléfono y me doy cuenta de que es un Galaxy Ace, de mucho menor valor que mi S3 robado. Despierto.

Sueño dos

Estaba en mi habitación intentando tirar con mi esposa pero siempre entraba alguien: mi mamá e incluso mi sobrino de un año. En un momento en el que todos salieron del cuarto, eché llave y volé hasta la cama. adoptamos la posición del Misionero. Pero al intentar penetrar a Susana, ella tenía un pene y yo una vagina. Me lo metí en la boca, pero la sensación me disgustó. El pene de Susana no era común: el glande formaba parte de todo el cuerpo del pene, que era flácido y rosado. Desperté.

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