28 marzo 2012

mal aspecto

imagínate al coyote cuando le explota un paquete de dinamita en la cara: los pelos esfloreteados, los ojos desorbitados, y esa expresión desgraciada y degenerativa. así de fea era «mal aspecto», la perra de nuestra familia, quien solía quedar preñada sin explicación, porque ella nunca salía de casa.

incluso yo, que crecí viendo en la enciclopedia británica fotos de bombas atómicas lanzadas sobre el pacífico, nunca lo supuse. todas las noches mi padre llegaba tarde del trabajo, y traía una national geographic que yo devoraba. luego, salía al patio con el telescopio de mi difunto abuelo, y regresaba aún más tarde, cuando yo estaba dormido.

pero una vez no me quedé dormido.

mi padre construyó nuestra casa cuando yo estaba pequeño. le quedó muy bonita: dos habitaciones, dos baños, cocina empotrada, sala-comedor, y un jardín trasero con una puerta que comunicaba con la casa de mi madrina. una noche me dijo

en unos años ésta será tu barraca

y sobó mi cabeza como solía hacer con  «mal aspecto». la revista hablaba sobre la bomba atómica de hiroshima, lanzada por un bombardero llamado enola gay el 6 de agosto de 1945. yo estaba seguro de haber escuchado la canción de OMD, el estribillo electrónico de nintendo daba miles de vueltas en mi cabeza. ¿cómo se habrían visto las estrellas aquella noche desde hiroshima? ¿acaso rojas?

salí al patio a preguntarle a mi padre, pero no lo encontré afuera. el telescopio estaba recostado en la pared, y la puerta que daba hacia la casa de mi madrina se encontraba abierta. recordé que mi madre dijo una vez

esa puerta nunca se abre de día

por eso, la cerré y corrí a acostarme.

desde entonces, pienso que «mal aspecto» no es un animal tan feo. cruza las patas cuando está echada en el piso, y levanta la cabeza por encima del cuerpo, soberbia y fina. incluso, la saco a pasear cada vez que puedo.

11 marzo 2012

filven 2012

después de haber visitado la fil lima 2011, la filven es una filshit.

lo malo
hace falta pabellones de países latinoamericanos. el stand de perú sólo ofrece libros de tarot, astrología y cocina internacional; por supuesto, nada de vallejo ni vargas llosa, menos de autores jóvenes como karina valcárcel, a quien sería estupendo ver aquí. creo que las ferias del libro son una oportunidad única para conocer lo que se escribe en otros países, sobre todo latinoamérica, donde estamos tan divididos y desconectados. pero ni siquiera los libros de cocina del stand peruano son de cocina peruana.

tampoco hay promoción. la estación de metro más cercana (bellas artes) no muestra indicaciones para llegar a la feria, ni los vendedores ambulantes saben que existe.

el lugar (teatro teresa carreño) puede tornarse laberíntico, pero tampoco dan un mapa de la feria para ubicar con facilidad los stands participantes. puede ocurrir que te vayas sin enterarte de que había otro pasillo. casi me pasó.

y lo obvio: faltan librerías privadas y editoriales internacionales, lo que deriva en un exceso de literatura política. planeta y alfaguara tienen stands minúsculos. además, escasos puntos de venta y un sólo cajero electrónico abarrotado. mi idea inicial era comprar un libro de taschen sobre pop art, pero ni siquiera encontré un solo libro de taschen. tampoco encontré en salón del cómic.

lo bueno
el espacio. a pesar de laberíntico, es cómodo y techado. cuenta con bastantes zonas de refrigerio, donde incluso venden alcohol. la parte trasera del museo de ciencias fue remodelada y es ahora un paseo muy bonito que se conecta con el teatro; además, tiene varios cafés, heladería y un restaurant. personalmente, nunca me gustó la feria en el parque lo caobos, porque los jardines no tenían grama y las estructuras estaban desgastadas. no ví lo romántico del asunto.

también las salas de lectura y conferencias son ahora más cómodas y atractivas a la vista. otros plus es la serie «Contemporáneos», de la colección Páginas Venezolanas (editorial el perro y la rana): material barato pero portadas atractivas, una apuesta que sale un poco del estereotipo estatal.

09 marzo 2012

nunca tuve un grupo de amigos, de vaina uno y mis primos. tampoco fui a un bar a tomarme una cerveza solo. le tengo pavor a una posible paternidad, a no desear a mi esposa, a que una chama atractiva se acerque mientras voy camino a la oficina para decirme «tengamos sexo», y yo responda sin pensar «dale, buenísimo». no es que crea eso posible, porque nunca se me acercó una chica cuando fui a tomar un café en arábica solo,

pero,

¿y s  i  s u c    e de ?

06 marzo 2012

Cenizas desde el techo



Ella siempre me corregía. En la cola de la mesa de votación, le señalé a una chama que se tomaba una foto con el dedo pintado de tinta indeleble, y ella repitió su monólogo woodyallencista sobre la estupidez humana

La gente no es idiota por la televisión, la televisión es idiota por la gente

rematado con su teoría de que el problema no era luchar contra Chávez sino contra el mojón de ser cool por odiar a chávez; según ella, apoyado por esas terribles organizaciones que daban conferencias sobre cómo «salvar al mundo».

Estaba loca, yo lo sabía. Todas las noches ella fabricaba cinco aviones de papel con cinco cuartillas de su manuscrito inconcluso, y los lanzaba encendidos desde la ventana de nuestro undécimo piso. Los aviones se disolvían en el aire, y ella se quedaba extasiada viendo cómo caían las cenizas en el suelo. Yo le pregunté una vez

¿Nunca echaste barquitos de papel bajo la lluvia?

Pero ella intuyó el tono manipulador de mi pregunta. Desde ese día comenzó a llamarme «Rubén Blades» y «Calle trece», con esa maldita media sonrisa que le salía cuando le mencionaban la candidatura presidencial de María Corina Machado.

Sin embargo, yo la amaba. Aquellas noches cuando me abrazaba por la espalda mientras yo fregaba los platos, y me susurraba

Nunca te mueras

eran mis favoritas. Todavía puedo sentir sus manos en mi pecho, sus uñas calientes afincarse en mi piel como si supiera que yo era su mejor personaje, el héroe que reivindicaría su obra exquisita.

Pero no lo supo, o no quiso saberlo, o estaba demasiado loca como para darse cuenta. La noche cuando tocó el turno de mis cuartillas, soltó un par de lágrimas y lanzó mi planeta al vacío. Casi me resigné, iba a hacerlo, pero yo también merecía un final digno, un desenlace feliz como en las novelas de Rómulo Gallegos. Por eso viré hacia la ventana del apartamento, encendí los papeles de la mesa, arrastré mi fuego hasta el estante de los libros...

Ella se precipitó de espaldas contra el piso. Intrigada y sonreída, permaneció extasiada viendo cómo caían mis cenizas desde el techo, sobre su cara.