21 noviembre 2014

Anticiudad

Como no puedo caminar por la acera, camino por la calle. Esquivo a los motorizado como si fueran lava venenosa, porque los motorizados son como los peces, no frenan. Hace unos meses vi una foto de esta zona sin metro, buhoneros ni terminal de facto de autobuses, y parecía lindo. Pero no debo confundir de nuevo que todo lo pasado fue mejor. Por eso, mientras te muestro lo que queda de esta anticiudad, espero que puedas crecer aquí, pero no tampoco quiero detenerme por nacionalismos trasnochados. Cuando mi papá nos tuvo, este era un país donde, si estudiabas una carrera universitaria y entrabas en una buena empresa, tenías garantizado en el corto plazo un lugar para vivir y una vida tranquila. Tu mamá sufre en ocasiones de ataques de pánico si caminamos por un sitio oscuro de una zona elitesca donde no debería pasar nada y diario pasan. No merece eso y menos tú. ¿Qué oportunidades tendrías cuando seas mayor en este país? ¿Trabajar en una empresa del Estado? Cada vez nos acostumbramos más a la mediocridad y ya no sé por qué lucho, ni por qué soy tan obstinado en tener esperanzas, pero las tengo. Sé que las cosas cambiarán pero no sé cuando, y no tengo demasiado tiempo para esperar. Así que cuando sueñes, por favor, acuérdate de la anticiudad que te muestro por la ventana y dale otra oportunidad.

Quizás así se aceleren las cosas.

23 octubre 2014

Amor bachaquero



Ellos se conocieron en la cola del supermercado Bicentenario de Macaracuay. Él era guachiman en un estacionamiento en el centro de Caracas. Ella lavaba cabezas en una peluquería del Unicentro el Marqués. Ella le preguntó: «Chico, ¿esta cola para qué es?», y el le respondió: «Para lo que haiga». Y el flechazo fue instantáneo como el saqueo de una gandola de Mazeite en la autopista.

Ella notó que él llevaba un bulto repleto de champú Head & Shoulder, aunque el cabello de su amado estaba lleno de caspa. Le preguntó:

—Mi amor, y por qué no usas un champú para lavarte ese pelo? —y entonces puso cara de picardía—. Si quieres yo te lavo esa cabeza.
—¡Ay, chica, pero tú no viste «Caracortada»! —respondió él alarmado—: uno no puede embasurarse con su propia mercancía.

Ella rió pero sabía que él tenía razón. Había escuchado de gente loca que se ponía a regalar sus productos porque fulanito no tenía leche, o menganito se había quedado sin pañales. No, qué va, ella se había sudado su cola, y si alguien quería algo, que lo comprara a su buhonero-cliente en Bellas Artes.

Pero nuestra heroína también tenía su corazoncito: de vez en cuando uno podía echarse su «gustico». Por eso, ella le dijo a su hombre con tono tristón:

—Ay, gordo, ¿pero tú nunca agarras nada para ti?
—Claro, mi negrita —respondió él mientras sacaba una leche condensada de su bolso—. Pero ésta la usas esta noche conmigo.

Y esa noche los tórtolos hicieron el amor apasionadamente en la garita de Parque Caracas. Sin embargo, a las tres de la mañana ya estaban saliendo a hacer la cola en el Excelsior Gama de Santa Eduviges: sólo por el puesto cobraban dos mil quinientos cada uno.


22 octubre 2014

La señora que limpia desapareció sin dejar rastro


Una señora coletea todos los días los charcos que deja las goteras del techo de la estación del metro. Es decir, una señora tiene trabajo porque el Metro no repara las goteras de la estación, y quizás sea más económico y quede bien con el sindicato.

Un trabajador del metro ayuda a un señor ciego a caminar por la estación y bajar las escaleras porque la estación no está acondicionada para que los discapacitados visuales (así los llaman ahora) puedan caminar solos. Es decir, un trabajador del metro tiene un trabajo aparentemente noble porque quizás es más barato y mejor visto por el populacho.

A mi casa vino una señora a limpiar una vez por semana durante un mes y desapareció sin dejar rastro.

¿Será que consiguió trabajo en el Metro?

01 octubre 2014

Zancunoia


Hace una semana asesiné alrededor de cincuenta zancudos en mi casa, lo que califiqué como la mayor arremetida de insectos desde la invasión de las mariposas en los tempranos meses del 2010. Pero con el temor de la chicunguya y el dengue, el daño en este caso puede ser fatal.

¿Pero cómo combatir zancudos sin insecticidas ni repelentes, sólo un par de manos rápidas y agilidad de caimán en reposo?

Sólo si entrenas fuertemente sobrevivirás.

Haz 10K dos veces a la semana. Almuerza y cena 150 gramos de pollo a la plancha con crema de espinaca. Enciende y apaga la luz de tu cuarto 80 veces seguidas a las 3 de la mañana. Trata de agarrar granos de caraotas a un metro de distancia en menos de 0.4 segundos. Haz 500 abdominales diarios.

Si mueres al menos te verás bien.

07 septiembre 2014

Cueritos

A veces pienso que me como los cueritos de los dedos porque soy una persona programada para la insatisfacción. A estas alturas de la vida ya mis rollos existenciales no son mi pareja ni mi trabajo (menos mal) sino estupideces de las cuales tengo perfecta conciencia y que antes (aún a veces) me hacían sentir culpable. Por ejemplo, el viejo dilema entre la literatura y la ciencia. Con el tiempo he entendido que soy un escritor promedio que puede tener buenos cuentos, y por eso me he dedicado a escribirlos y corregirlos con calma. Me mortifica, eso sí, un par de cuentos que tengo en las cabeza desde hace meses y no termino de escribir porque entro en Facebook o Instagram y esas cosas. El lado científico se me das más fácil, porque soy pragmático y un poco cuadrado, aunque no tengo demasiado talento para las matemáticas. Sin embargo, tengo la fortuna de trabajar en algo que me gusta, que es《manejar datos, y procesarlos para generar estadísticas》, la profesión de Chandler en Friends, y darme cuenta de esa empatía ha sido un descubrimiento maravilloso.

Cuando era pequeño, siempre obtuve las mejores calificaciones y hasta gané un concurso literario con unos poemas pavosísimos, y por eso mucha gente sembró expectativas sobre mí. Por mucho tiempo, yo me sentí presionado por esas expectativas, porque sentía de pana que no era una persona convencional,  que estaba por encima del resto. Esa actitud ser 《sabio de facto》 me llevó a ser prejuicioso y esnobista, y hasta di consejos y opiné de temas de los cuales no tenía ni la más remota idea. Incluso, llegué a diseñar ciertos estereotipos de chicas que podrían ser mi pareja, y otras cosas vergonzosas que quisiera borrar de mi cerebro.

Sí me preocupa el futuro. Aunque no pienso mucho en él, sé que está ahí y algún día tendré que planificarlo. ¿Será mi actual trabajo? ¿Será otro país? Sin duda, a pesar de la situación del país ahora estoy en una zona de confort, pero sería agradable darle a mi hija unas mejores condiciones para que disfrute su infancia. Eso sí lo he pensado. Pero tampoco quisiera abandonarlo todo, justo cuando estoy en un sitio donde siento que aporto tanto.

Mientras tanto, mis dedos sufren.

30 agosto 2014

Pensamientos Metro


Si tuviera otra personalidad podría hacer muchas cosas. Por ejemplo, en el Metro hay un chamo que pide dinero para comer mientras arrastra su pie izquierdo y pone cara como si le hubiera entrado champú en el ojo. A mí me provoca darle cien bolos y decirle:


Pana, toma cien bolos, pero no te lo gastes en comida sino en piedra o bazuco, o en la peor hierba que puedas encontrar. Fuma e inyéctate todo eso, a ver si te terminas de morir y no sigues fingiendo una enfermedad para pedir plata en los vagones del Metro

Había también una señora embarazada que pasaba con su hijo en brazos pidiendo:《una ayuda para la embarazada》. Yo siempre quise darle una caja de condones en lugar de dinero y decirle:

Para la próxima, doñita fértil

En ocasiones, te montas en un vagón que está lleno de gente fea. No me refiero a malandros sino a gente poco atractiva. Puras viejas o bagres o gente que no le dedica un cariñito a su cuerpo. Son momentos en que cuestionas la belleza de las venezolanas que se exhibe en certámenes o páginas web, o si esa gente ya no se monta en el transporte público. Hasta que de pronto, entre toda esa gente mal aspecto, consigues una linda muchacha, que con alta probabilidad estudia en la Humboldt y se va a bajar en Los Dos Caminos, y te salva el día. Pero yo, sólo por agradecimiento, si estuviera soltero, sin hija y tuviera otra personalidad le diría:

Eres el culo del vagón, preciosa

Pero quizás sea mejor ser como soy y no decir nada, y sólo dejar en la cabeza estos pensamientos de Metro.

24 agosto 2014

Hombres sin alma


Hay hombres que no tienen alma. Existen, se levantan todas las mañanas a trabajar e incluso pueden reír, pero les han succionado su espíritu. Son vegetales vivientes, zombies sin apetito que deambulan por las calles con pequeñas excentricidades como cámaras fotográficas o papeles evangélicos que los hacen parecerse a la raza humana, e incluso lucir dulces, pero si los tocas son fríos, y sus ojos no tienen pupilas sino sólo iris, porque el iris ha ahogado a las pupilas que son el último dejo de humanidad que les queda, pupilas que se hinchan en un momento de brillo cuando comen un helado de chocolate o un pollo rebosante de grasas saturadas, pero que de pronto explotan en el aire como burbujas de jabón, y dejan en la acera una tenue marca de agua que se evapora en pocos segundos.

Y entonces por fin son libres. 

21 agosto 2014

Caries


Resulta que fui al odontólogo porque mi encía estaba inflamada y hasta me hacía doler el oído. Le había dicho a la doctora que tenía una caries y que la había visto. Yo sé reconocer caries porque hace años me hicieron tratamiento de conductos en una muela carcomida por estos organismos. Y la noche antes de ir al odontólogo había examinado mis dientes en busca del punto negro que taladraba mis huesos. Al fin lo vi entre mi antigua muela cariada y el premolar que está detrás del colmillo izquierdo, mientras rogué porque la caries no hubiera penetrado el nervio y asesinado mi premolar.

Cuando me hicieron tratamiento de conductos hace años y me informaron que mi muela estaba muerta, sentí una leve depresión. Que algo mío estuviera muerto significaba el primer golpe duro para mi cuerpo: a mí nunca me habían operado ni había perdido ningún órgano. Más allá de la miopía y la alergia matutina, mi cuerpo era bastante robusto de salud. Ahora enfrentaba una pérdida semejante a la de un tío que no viste mucho, pero que siempre te mandada regalos en navidad.

Pero resulta que yo no tenia caries en esta nueva visita médica. La odontóloga, tras una breve inspección, me informó que mi dolor se debía a que la resina que había sustituido gran parte de mi antigua muela cariada se había caído, y los trozos de comida chocaban contra la encía en lugar de muela cada vez que yo masticaba.

La odontóloga me puso una nueva resina por Bs. 2100, la cuales pagué mediante una transferencia web al volver a la oficina.

Esto último es para el registro.

31 julio 2014

Recostón

B. me pidió que le recostara el pene. Mi esposa iba en el asiento de adelante, y yo iba atrás con B. Yo por alguna razón estaba excitado, y tomé mi genital con la mano derecha. Ella me vio y entonces hizo el inusual requerimiento. No había razón alguna para que lo hiciera: aunque en mi sueño B. y yo estábamos en aceptable forma física, B. es muy amiga de mi esposa y yo en la realidad, por lo que ese tipo de comportamientos no suelen ser bien vistos, menos con mi esposa en el asiento delantero del auto. Pero yo no le paré a nada. Me bajé el pantalón, ella también el suyo, y recosté mi pene sobre su pierna derecha, paralelo a su pubis, sin penetración ni movimientos, sólo cobijado por sus labios vaginales y su pierna. Fue divino.

22 mayo 2014

35 semanas

Tu mamá tiene los pies como Pedro Picapiedra, y su barriga le pesa tanto que le cuesta dormir: ronca, le duele cuando se voltea y se levanta a cada rato para ir a orinar. Evidentemente, esta situación dificulta la intimidad, y por eso tu papá tiene un verano bestial.

Pero esas no son las únicas preocupaciones. Entre 2006 y 2013 se repartieron más de 180 millones de bombillos ahorradores que contenían mercurio. Considerando que en el país no hay vertederos para residuos peligrosos, al dañarse, gran parte de estos bombillos fueron a vertederos comunes. Saca la cunta: sólo un bombillo ahorrador puede contaminar hasta 35.000 litros de agua; es decir, te estamos dejando un país súper contaminado por dárnosla de ecológicos.

También heredas un país improductivo. Hace dos años Avon consideró cerrar su planta por las dificultades de obtener divisas. Ellos producen aquí polvos pero las cajitas de los cosméticos las traen de Brasil. O las traían. O las traen como pueden. Su cadena de suministro se vio frenada porque se alteró un eslabón, y 2500 empleados están la cuerda floja. Mientras tanto, sindicatos armados secuestran a trabajadores de Efe, la regulación de precios desaparece al agua mineral, y empresas de electrodomésticos nacionales no pueden testear sus productos porque no hay laboratorios públicos ni privados en el país.

¿Cómo verás estos días cuando tengas 20 años? Ojalá el rencor a ciertos países y clases sociales no te haga indulgente y susceptible a líderes populistas, o peor aún, a los militares. Yo quiero que seas crítica y no tengas miedo de ser criticada, que no pienses si eres de derecha o izquierda porque definirse de algo parece ser inútil si vas a contradecirte, a darte golpes en el pecho, a sentirte culpable por algo que no eres. Yo quiero que seas libre y trates de no atarte a ningún dogma, que no escuches halagos ni proyectos de vida, porque quizás seas muy inteligente o inteligente promedio o rolo de bruta y eso no importa, porque prefiero que seas una mujer fuerte ante los tonos complacientes que cargar con una mochila de complejos y gente que no encuentra el valor de mirar más allá de sus narices.

Tu mamá está acostada en la cama, ya llegó del postgrado, son las 11:14 p.m. y yo tengo mucho sueño. Y te pido disculpas por si cuando tengas 20 años las cosas están peor en este país de retórica absurda, donde es más fácil culpar al enemigo que producir, o por lo menos sacar damnificados que tienen tres años y medio en un refugio.

No sé qué decirte más que la verdad.

04 mayo 2014

Iba a moler maíz y mira lo que me pasó




Era diciembre y hacía frío como si la ropa estuviera mojada y el ventilador encendido. Me levanté temblando, y aproveché para ir a moler el maíz en el pilón de Claudio, ¿te acuerdas de Claudio?, el viejito que tenía un molino a varias cuadras de aquí. Así Coromoto no me fastidiaba en la mañana con la cuestión de las hallacas, el maíz y esas tonterías de la Navidad.

Agarré la pila de maíz, unas cholas y me fui así como estaba, porque tú sabes que yo duermo con la camisa abierta y pantalón. Pero cuando llegué al molino estaba trancado, quizás porque el vagoneta de Claudio dormía bajo grandes frazadas que le daban calor, mientras yo pasaba el frío hereje allí en la calle.

Aquella madrugada se podía ver las constelaciones con claridad. Había muchísimas estrellas porque el cielo estaba despejado, y por eso hacía más frío, porque mientras más despejado está el cielo, más fresco se pone el clima, ¿cierto o falso? Me quedé entonces pasmado viendo las estrellas, como cuando subía a la platabanda con el telescopio y amanecía dormido en la silla. Pero esta vez yo no tenía cobija, y los siete cabritos titilaban como mis piernas a punto de congelarse.

¡Clank!

Escuché un ruido a lo lejos y levanté la cabeza. Al principio pensé que era Claudio pero no: se trataba de una vieja de aspecto tenebroso. Estaba al final de la calle, tenía el pelo claro y una bata blanca que se movía con la brisa helada. Se notaba que la mujer en verdad no tenía frío, como si la bata fuera una piel de oso polar delgada como la seda, y tuviera algún campo magnético que ahuyentara el viento glaciar. La brisa le movía la bata y el condenado atuendo se iluminaba por sí solo, como si las estrellas le proyectaran auroras boreales con un reflector invisible. Pero tú sabes más que nadie que nada brilla con las estrellas, ni siquiera los ojos cuando uno está enamorado, y por eso me empecé a asustar. Pensé que se trataba de la Sayona.

Me puse nervioso y traté de acurrucarme más de lo que estaba, para tratar de parecer un bulto o cualquier cosa que no se notara entre la oscuridad de la madrugada. Pero la vieja me vio y comenzó a acercarse sin prisa alguna, con esa actitud que tienen los espantos para que te cagues, para que te dé tiempo de arrepentirte de todas las cosas malas que has hecho en tu vida. Pero yo no hacía nada malo, en verdad, más bien la gente solía joderme. ¿No estaba allí en la madrugada solo, haciéndole un favor a Coromoto por puro gusto, pasando frío como si estuviera en Plutón?

La vieja seguía acercándose con lentitud de cometa que se dirige a la Tierra, con el aliento fosforescente de gases tóxicos, los dientes como llamas que penetran en la atmósfera y queman el oxígeno. Brillaban sus ojos que no tenían color, sus pómulos y cachetes huesudos, los brazos albinos que colisionaban en las ciudades terrestres como pisadas en la arena. Yo estaba por orinarme del miedo, casi sentía su mano recorriendo mi cara desde la frente hasta mi cachete derecho, sus uñas felinas que se enterraban en mi cuello sin ella inmutarse, sin darme una risa maliciosa, sin una frase de película de terror barata. Sólo su mano en mi cuello y luego humo, asfixia, nada.

Bajé la cabeza. Me vi en El Carabobeño en la última página: “La Sayona cobró otra víctima”, y a toda mi familia llorando en el velorio. Y mi familia lloraba, y otra gente que nunca vi en mi vida se asomaba a la urna y daba el pésame, se tomaba el chocolate caliente y daba el pésame, contaba chistes y daba el maldito pésame. Y mi madre, mi pobre madre gritaba «yo lo quería, yo lo quería, él sólo fue a moler el maíz, pobrecito», mientras otro tipo que nunca vi en mi vida comentaba que yo era pobre pendejo por tenerle miedo a un espanto. Coromoto me veía entonces en la urna y lloraba a montones porque quise hacerle un favor con el maíz y al final ni siquiera se iban a hacer las hallacas, porque cómo se iban a hacer hallacas con muerto, novenario, misa y todo eso. Subí la cabeza. La Sayona estaba frente a mí, con su cara horrible, alzando la mano para matarme y yo, pobrecito, sangre, horror, El Carabobeño, velorio, pendejo...

― ¡Ayyyyyy!―grité largo, como si el cometa impactara al fin y la morfina cósmica me absolviera toda agonía humana.

Petra Verano, con su saco de maíz, pelo y bata blanca, me tomó la mano con ternura de estrella y preguntó:

― ¿Lo asusté, mijo?

13 abril 2014

Bad Sussy




Susana tiene otra personalidad, un alter ego déspota y despiadado. Esta cara oculta sólo aparece cuando tiene mucho sueño, en ese camino a Alfa donde aún se responde a impulsos de la realidad. Un limbo diabólico, por decirlo así.

Yo había sido testigo de su aparición antes de casarnos, pero no quise creerlo. Lo justifiqué con el estrés de la oficina, la mestruación, o hasta quizás una pelea con su mamá por estos malditos productos en base a hierbas que supuestamente curan la tiroides. Quién sabe. Uno siempre está aguantando tantas cosas y de repente explota y pega un grito. O golpea una pared. O lanzas unas arepas por la ventana.

Eso fue lo que hizo, lanzar mi arepa por la ventana. Habíamos llegado a mi casa de una fiesta, pasados de tragos, y yo decidí preparar unas arepas para «hacer estómago». Unas arepas antes de dormir siempre me resultan eficaces para aliviar la resaca, así que le pregunté a Susana si quería acompañarme. Ella dijo que no, y se quedó dormida en el comedor, con la mejilla recostada en la superficie de la mesa.

Terminada la cocción, dejé la arepa en la sala y fui a la cocina a buscar aguacate y queso para rellenarla. Pero cuando volví, Bad Sussy me esperaba: sostenía en una mano mi arepa, aún caliente, y con la otra me hacía un gesto obsceno.

—Mamagüevo, ¿qué te has creído tú? ¿que yo no como arepa? —dijo con un tono de voz gravísimo, casi con eco.

Yo no podía creerlo. Susana siempre había sido la novia perfecta. Venía a mi casa los fines de semana a lavarme los calzones y prepararme el almuerzo, abnegada, y al irse insistía en que yo no le pagara el taxi. «Todo por mi Cuchi», decía, mientras colgaba las camisas recién planchadas y emprendía la carrera para no perder el último Metrobús. ¿Por qué ahora se comportaba de aquella manera tan grosera?

Esa noche escondí todos los cuchillos y hasta boté el gas de mi encendedor. Conciliar el sueño fue muy difícil, aún después de que ella se desparramó en el mueble de la sala, totalmente inconsciente. Yo traté de hacer vigilia rezando un rosario, pero en algún momento antes del amanecer me venció el sueño, y me entregué al destino.

Me despertó un olor a caraotas con patica de cochino, mi comida favorita. Cogí mi perfume Armani como arma y me dirigí a la cocina. Al asomarme, me puse en posición de ataque y casi lancé mi objeto contundente, pero Susana entonaba una canción de La Oreja de Van Gogh mientras le echaba comino a las caraotas.

—Buenos días, mi Cuchi —dijo risueña y dulce como siempre—. Si quieres siéntate, que ya está listo tu desayuno.

Los días y semanas pasaron, y su comportamiento anormal de la noche de la fiesta se convirtió en un hecho aislado, un trance anecdótico que ni ella misma recordaba. Susana volvió a ser la de siempre, llena de mimos, y yo me convencí de que esa noche había sido una situación excepcional. Mi vida había vuelto a ser constante luna de miel. Por eso no dudé en proponerle matrimonio.

Sin embargo, en la noche de bodas volvió a aparecer Bad Sussy. Apenas entramos al cuarto del hotel, yo fui a hacer pis, y ella se quedó desvistiéndose frente al televisor. Pero al salir del baño, ella estaba desmayada en la cama, aún vestida de novia, con la mejilla recostada en el colchón. Me pareció muy tierna esa escena, y por eso me acerqué y le di unos besitos, para ver si ella despertaba y podíamos intimar, pero reaccionó un muy mal.

—¿Quién eres? —gritó con expresión de enferma mental— ¿Querías violarme dormida, maldito cerdo?

Sus ojos estaban rojos, su piel enverdecida, temí que escupiera moscas por la boca. Además, tenía una fuerza increíble. Agarró el televisor LCD de 32 pulgadas y lo lanzó innecesariamente por la ventana. Yo corrí desesperado por los pasillos del hotel, en zig-zag, hasta que los botones la encontraron desparramada en el piano de cola en el lobby, totalmente inconsciente.

Probé con psiquiatras, terapia con agujas, brujos santeros, hipnosis. Hasta vino un sacerdote al apartamento y lo llenó de agua bendita, y otro trató de exorcizarla. Nada funcionó. En realidad, mi esposa era un frondoso árbol de bondad, y yo tenía que convivir con aquellas explosiones casuales y esporádicas: ese era el consejo final de todos los fracasados que trataron de ayudarme. O el divorcio.

Eso consideraba durante la fiesta de año nuevo que organizó nuestro edificio, la noche que cambió drásticamente el curso de nuestras vidas.

Yo bailaba merengue con la hija del viejo del 12B, cuyo culo sacaba la cara por ella, cuando un grupo comando de ladrones entró al salón de fiesta del edificio, ya cerca de la medianoche. Todos vestían de poliéster negro, con capuchas de lana, y estaban fuertemente armados.

—¡Todo el mundo al piso con las manos en la nuca!

La gente, hasta los más viejtos, obedeció con rapidez. Yo también. Traté de mirar hacia los lados para ubicar a mi esposa, y la imagen era patética: un mar de personas tumbadas en el piso con el merengue aún sonando a todo volumen. Vaya manera de recibir el año nuevo.

—Hey tú —ordenó el que parecía el jefe a otro maleante—, a esa que no obedeció lánzala al suelo. Y si se pone rebelde, la liquidas.

El nerviosismo se apoderó de mí cuando volteé, porque Susana era la única rebelde sentada y dormida, con la mejilla apoyada en la mesa del festejo. Mis manos pasaron de la nuca a la cabeza cuando vi que el matón se acercaba a despertarla.

—¡No quiero bailar! —gritó Bad Sussy con furia de gorila en celo— ¿¿¿Quién fue el imbécil que quitó la música???

El delincuente miró extrañado porque la música seguía sonando. Pero mi esposa se le plantó como si el salón de fiesta fuera un ring de boxeo, y le dijo amenazante: «Vente pues», como si ella fuera Bruce Lee, o cualquier campeón de artes marciales. El ladronzuelo intentó golpearla con la culata de su escopeta pero fue una decisión errada: Bad Sussy tomó uno de los inmensos parlantes y aplastó joven bandido, ante la sorpresa del grupo comando de ladrones.

Por eso, ellos desenfundaron sus armas y descargaron todas sus balas contra mi querida esposa. Durante treinta segundos, el ruido del tiroteo casi nos reventó los tímpanos. Cuando terminaron los disparos, los matones esperaron a que bajara la nube de pólvora para corroborar la destrucción de su objetivo. Yo estaba en shock. Bad Sussy era un monstruo horrible pero no inmortal. Y, la mayoría de las veces, era mi dulce esposa. Estaba destrozado. ¿Quién me prepararía esas deliciosas panquecas con huevos revueltos todas las mañanas?

Pero Bad Sussy seguía allí, de pie, más verde que nunca, con los ojos hirviendo de rojo y unos cachos que salían de su nuca. Pegó un salto imposible desde el fondo del salón hasta donde estaban los maleantes, y los agarró por el pescuezo como si fueran cachorros. Les quitó las armas, los desnudó a todos, y con las manos y piernas atadas con un mecate los obligó a cantar el coro de «Tú», de Juan Luis Guerra & 440, que dice así:

Tú mi ternura 
mi compañero 
tú lo que busco 
lo que más quiero, tú 

Y, entonces, mi compañera me sacó a bailar al ritmo del coro a capella de los ladrones. Todos los vecinos comenzaron a levantarse y a gritar vivas, y trataron a alzar en hombros a Susana pero ella los abofeteó porque interrumpieron su baile.

Ahora Bad Sussy es catalogada por los medios como un Superhéroe o algo así, y en la casa tenemos una línea directa con la policía para los casos que a la Ley se les escapan de las manos. Como son tantos, mi esposa no tiene mucho tiempo para dormir, y eso es perfecto para Bad Sussy. A veces, cuando está tranquila, va a los programas de televisión y dice que ella no se acuerda de nada de esas cosas que hace dormida, y entonces la audiencia estalla de ternura por su humildad, y corean su nombre y hasta le rezan.

Yo no me divorcié, por supuesto. Ni porque fuera muy tonto quisiera causarle el menor disgusto a mi esposa. Y como ella está ahora tan ocupada, ahora tengo que cocinar, lavar y planchar por mi cuenta, incluso a veces para ella. No está mal, porque tenemos dinero y hasta salgo con frecuencia en programas de variedades en televisión. La próxima semana estaré en el canal 5, mostrando cómo organizar creativamente una peinadora en veinte minutos. No se lo pierdan.

29 marzo 2014

La #Lista

A T., por su magnífica historia

(*) Todos los precios están expresados en bolívares



El amigo de T. lo convenció de comprar unas motos Empire Outlook a precio regulado de 27 mil, para revenderlas en el mercado nacional a 70 mil, como #HaceTodoElMundo.

Llegaron al concesionario un sábado a las 7:00 am, muy temprano para ver cómo era el movement. El concesionario se encontraba cerca de Los Teques, a unas cuadras transversales de la Panamericana, zona desconocida por nuestros protagonistas «estianos» (del Este de Caracas) que llegaron en un Jeep Cherokee del año '07. Y para rematar, ya había 24 mototaxistas en espera anotados en una #Lista.

Sí, porque en Venezuela hasta para comprar motos hay que hacer una #Lista.

Un chamo que hizo vigilia en el concesionario anotaba a la gente que llegaba para que no se armara un lío al final de la mañana. Full proactivo él. El chamo tenía además el celular del dueño, producto del acoso prolongado durante la semana en busca de motos, y aquél le dijo que llegaría al local a las 11:00 am, no por flojo sino por precaución ante las protestas del día anterior. El día anterior la Guardia se había caído a plomo con estudiantes en esa zona, pero esa es otra historia.

T. y su amigo decidieron anotarse en la lista. Calcularon que los 24 mototaxistas que tenían por delante no iban pendientes de Outlook de 27 palos, sino de las típicas moto-cartero-malandro de doce mil. «Coronamos, pues», dijeron convencidos, y se fueron a comer unos cachitos en la panadería de la esquina. No imaginaron que al regresar, una hora después, el lugar ya estaba asediado por 150 malandros potenciales sedientos de motos, echando cuentos, y algunos recostados de la Cherokee.



Entre ellos, un tipo le aseguraba al chamo de la #Lista que él había pasado varias veces en la semana, y el dueño le había garantizado que el sábado le daría su moto. Por eso, él no iba aceptar ninguna puta #Lista.

—Tú tienes que pasar y que te vean la cara, catire —le dijo retador a T.—. A mí me ponen de primero o aquí se forma un #Beta.

Solamente por el mal aspecto del tipo, T. estaba dispuesto complacer todas sus peticiones. Pero el chamo de la #Lista se puso serio, y le dijo al tipo:

—Tú vas donde vas, convive, sino te las ves con todos nosotros.

Claro que entre ese «todos nosotros» estaban T. y su amigo, pero con el apoyo de 24 mototaxistas la cosa pintaba mejor para los catires. Mientras tanto, pasaron las horas y llegaban más personas, como si el concesionario fuera una playa de Higuerote en plena Semana Santa. Había gente hasta del otro lado de la calle, que se recostaban de la pared cuando pasaban los carros rozándoles la ropa.

Cuando el dueño  llegó pasadas las 2:30 pm, la horda enfurecida estaba a punto de quemar el local. Y, para rematar, el empresario llegó anunciando que sólo vendería 30 motos ese día, sin dar explicación alguna. Como era de esperar, se caldearon los ánimos. La gente comenzó a gritar que cómo era posible, que eso era un abuso, que irían al Indepabis o como se llamara ahora. En fin, un clima de arrechera generalizado excepto para quienes estaban por debajo del puesto 30 de la #Lista. Por dentro, T. y su amigo brincaban de la emoción, porque estaban por debajo del puesto 30 y les tocaba su moto. #Win.



Pero si la vida fuera tan linda no existirían listas, ni raciones de motos, ni dueños que llegan a las dos de la tarde. Cuando el chamo fue a entregarle la #Lista al dueño, éste lo miró con desprecio, y le dijo si se había vuelto loco, que esa lista no iba porque él tenía a gente esperando desde hacía dos semanas, que tú chamo te salvas porque «te he visto» durante la semana, pero que los demás se pueden lavar el paltó, si quieren moto un sábado tendrán que pasar durante la semana para que lo «los vean». Y se acabó.

Entonces la gente comenzó a gritar que el dueño podía irse al mismísimo carajo, y el tipo que había prometido armar un #Beta sacó un arma y echó un tiro al aire, el chamo de la #Lista sólo quería llevarse su moto y trató de calmar los ánimos pero qué va, la situación ya se había escapado de sus manos. T. y su amigo volaron hacia la Cherokee, nunca supieron si pisaron a algunas personas en el recorrido, pero ya  no les interesaba hacer lo que #HaceTodoElMundo sino llegar a sus casas y ver una película, tranquilos, sin joder a nadie, aunque eso en este país no garantice nada. Pero al menos da un poco de tranquilidad.

18 marzo 2014

Optimismo

Optimism, por Alfonso Chulvi

Hace diez años tuve una época de hacer mercado sólo con productos hechos en Venezuela. Estos últimos meses he visto jabón líquido importado de Jordania, papel higiénico traído de EEUU, y leche de larga duración comprada a Uruguay.

Un amigo dice que ahora sólo vivimos un quiebre de inventario. Que lo malo está por venir, cuando las empresas comiencen a parar por falta de insumos. Ya lo hicieron Chrysler, Toyota y Polar con las bebidas en lata. Y para rematar, estas empresas no pueden reducir su nómina por la inamovilidad laboral. El Estado les debe dólares desde que estaba a Bs. 2,15, y sigue sin ofrecer garantías de pago.

Voy a tener una hija y es casi imposible conseguir pañales talla RN y P. Las medicinas escasean, y tienes suerte si encuentras toallitas húmedas, cremas humectantes, champús, y otros productos para el cuidado de los bebés.

Mientras tanto, el Estado pierde más de $12.500 MM por subsidio de la gasolina, y hasta esfuma decenas de millones de bolívares en empresas fantasmas para recuperar el Tren El Encanto.

Es difícil encontrar el optimismo. 

09 marzo 2014

The Milf Hunter vuelve al burdel

The Milf Hunter engola la voz y pide una cerveza. Siempre le han gustado las mujeres mayores. Cómo olvidar a su profesora de Pensamiento Occidental, M.E, en aquellos tiempos de la universidad. The Milf Hunter se masturbó decenas de veces pensando en ella, y eso que sólo coincidieron en una materia. M.E era experta de filosofía griega, una de las fascinaciones secretas de nuestro héroe, quien aún oculta aquellos libros en su biblioteca. The Milf Hunter quedó prendado desde el primer encuentro, luego de que ella hablara largo y tendido sobre Platón. Al terminar, él se armó de valor para acercarse a su escritorio para comentarle que el mito de la caverna aún existía en pleno siglo XXI; por ejemplo, él conocía personas que se «cegaban» de conocer ciertas realidades. Ella respondió:

―Claro, vivimos en una sociedad llena de mitos. Como el mito de la democracia, por ejemplo.

Bastó eso para enamorarse.

The Milf Hunter estaba convencido de que las mayorías debían decidir el destino de las repúblicas, como explicaba la Nueva Democracia Nacionalista. Pero, ¿y si las mayorías eran una manga de ignorantes que se dejaban llevar por promesas y acciones populistas? ¿Debía entonces joderse el país? The Milf Hunter recordó entonces aquel trabajo que hizo sobre Platón en el colegio, en el que sacó la máxima nota, luego de devorarse la Enciclopedia Encarta 98'. Platón había dividido la sociedad en tres castas: filósofos gobernantes, militares para la defensa, y pueblo como fuerza laboral. En cierta forma, le pareció la misma estructura de las repúblicas actuales. Entonces, ¿por qué era un mito la democracia? The Milf Hunter sabía que aquella reflexión era poderosa, aunque no terminaba de entenderla. Durante todo el semestre trató de encontrar la respuesta, en secreto, y más nunca intervino en ninguna clase de M.E. Antes de darse cuenta, había terminado el semestre con la máxima puntuación, pero aún con la duda.

¿Sería esta obsesión por M.E lo que transformó a nuestro héroe en The Milf Hunter? El pobre diablo se imaginaba visitando la oficina de M.E en la universidad, ella estaba escotada y le recriminaba una baja nota en un prueba. Él bajaba la cabeza, y se hundía de vergüenza en el asiento. Pero, al levantar la vista, ella estaba frente a él y se quitaba la falda, le mostraba su panty negra semitransparente con encajes hasta la cintura, casi hasta el ombligo, como las pantys de las porno ochentosas. Eso lo volvía loco, las pantys ochentosas. Entonces, ella le bajaba la bragueta y se sentaba sobre él, frente a frente, y le apretaba su cabeza contra sus pechos «celestiales». No tenían implantes de silicona, pero eran «celestiales». No había otro superlativo. Desde aquella época universitaria, cualquier cosa que superara los límites de lo «muy bueno», The Milf Hunter lo definiría como «celestial».

Ahora The Milf Hunter bebe su cerveza sin pensar en lo que va a pasar. No es un tipo de tomar muchas birras: tres o cuatro, cuando mucho. Detesta perder el control de sí mismo, algo muy probable si se pasa de copas. Quiere mantener la serenidad, estar serio, verse cool. Porque, para The Milf Hunter, ser cool es poner cara de amargado, no bailar salsa y, en lo posible, no sacar las manos de los bolsillos.

¿Espera a alguien nuestro héroe? ¿Qué hace bebiendo solo en la barra de un burdel sin voltear adonde las putas? Sí, The Milf Hunter vino aquí buscando a alguien, solo quiere relajarse porque está ansioso. ¿Estará ella ahí? Es hora de voltear pero no se atreve. Suda. Se le forman esas malditas gotas en la parte superior de la frente, justo a él, a quien la frente se le engrasa con mucha facilidad. Quiere tranquilizarse, estar cool. Se pasa la manga de la camisa para secarse. Diablos, ¿por qué ponerse nervioso por una puta?

La primera con quien se fue a la cama captó su nerviosismo. Le dijo: «No tengas miedo, papi, aquí sólo venimos a hacer el amor», y la muy zorra le bajó los pantalones y le puso el condón con la boca. Era negra, y tenía un culo «celestial», inmenso. Apenas entró al cuarto, ella se desnudó y le pidió el dinero. Él pidió ir al baño antes del acto sexual, y se echó un pajazo para alargar el siguiente coito.

Dijo llamarse Juana, tenía diecisiete y ejercía desde los catorce. De verdad, provocaba sacarla de aquel pestilente mundo de borrachos que no lograban el orgasmo, y le golpeaban la cara. El sexo es un acto íntimo, así sea realizado con profesionales. Por eso, mientras la cogía, The Milf Hunter pensó que podía llegarla a querer. Y digo «la cogía» porque así lo definió ella, cuando gritó «Cógeme, me gusta como me coges, coges rico» en pleno acto sexual. The Milf Hunter estaba conmovido. Hasta  llegó a susurrarle: «quiero sacarte de este mundo», en un momento de debilidad. Y ella fue buena. Le dejó besarle las tetas y apretarle las nalgas. Exprimirlas, realmente. Pero apenas él se vino, toda ella le produjo un inmenso asco. Le pareció insoportable su bozo, sus dientes chuecos y su hedor a mono de Educación Física. Y cuando ella intentó estamparle un beso en la boca, él se separó violentamente. Se puso la ropa, tiró el dinero al piso y le gritó «Maldita puta».

¿Habrá llegado la mujer que busca en este lugar? Nuestro héroe imagina que ella está detrás suyo, le tapa los ojos y comienza a cantar el Happy Birthday, como Marilyn en el cumpleaños de John F. Kennedy. Él vio el video centenares de veces en Youtube (antes de su prohibición) y está seguro de que su voz es igual, el mismo timbre y tono de gata, la expresión medio inocente y pícara, la pose sensual que disimula un mar de inseguridades. Él también es Marilyn en este momento, con su birra en mano y las líneas que ha aprendido para esta noche, porque quiere que todo sea perfecto.

Quiero chupar tus lágrimas como si fueran gelatina

Ésa es la línea que preparó. Y, claro, ella debe estar al borde del llanto, lo que no sabe si sucederá en algún momento de la noche. Tampoco está seguro si utilizar «chupar» o «sorber»: la primera le parece más vulgar aunque siente que debe ser un poco sucio.

Se echa un fondo blanco y voltea. Ella no está aún, sino el burdel oscuro y semivacío. En un rincón, un viejo huesudo y decrépito que viste un flux tres tallas más grande, se besa escandalosamente con una morena que parece transexual. Eso le parece bastante democrático. El viejo paga por placer y obtiene su recompensa. Si se excede del tiempo previsto el matón lo muele a golpes. El matón es pagado por el proxeneta para controlar los escándalos dentro del negocio, como los militares. ¿No es eso la verdadera democracia? The Milf Hunter se ríe a sus adentros y piensa qué serían las prostitutas en su analogía republicana: ¿acaso el control de precios, los sindicatos, el seguro social, la gasolina barata? Diablos, el pobre diablo no lo había pensado antes. Mira la birra que está bebiendo, le salió en un ojo de la cara. Aún así la compró. Aún así está aquí, pagando como el viejo por un momento de placer. ¿Por qué escondió los libros griegos de su biblioteca?, se pregunta. ¿No era mejor dedicar su tiempo libre en hacer lo que le gusta? ¿Cuándo dejó de leer, de informarse?

Recuerda la última vez que fue al Museo de Ciencias Naturales, discutían mudar la vieja exposición a un cuartel, para ampliar la Casa de la Memoria Contemporánea en las instalaciones del museo. La inauguraron con un Gran Concierto por la Paz y la Sabiduría, en clave de reguetón disfrazado de música popular urbana. Nuestro héroe ya no se ríe sino que se asusta. ¿En realidad esos eran nuestros «logros colectivos», apenas placeres que nos daba un proxeneta? La sorpresa le obstruye la garganta. Se desata el nudo de la corbata, trata de beber un sorbo de su birra pero no puede tragar, y la escupe en el piso. ¿Entonces para qué luchamos contra el antiguo sistema? ¿En realidad nunca hemos elegido?

―Hola, mi príncipe, ¿te sientes mal?

Una voz lo distrae de su descubrimiento personal y, para rematar, es M.E., su antigua profesora de Pensamiento Occidental, la chica que estaba esperando. Está vestida con un disfraz sexy de Atenea, la diosa griega de la sabiduría. Consiste en una toga blanca semitransparente que deja ver sus pechos sin implantes del tamaño de un puño, macizos, «celestiales». En lugar de una tiara de flores, luce un casco romano con el típico peine en la parte superior, cual alfil de ajedrez barato. Un grueso cinturón de cuero marrón le aprieta las «eses» de su cintura, donde sus manos están apoyadas, alzando unas hombreras de fantasía metálica como de retrato de Simón Bolívar. Y, como broche de oro, unas pantys ochentosas asoman trazos de su vello púbico dorado como su cabello suelto.

The Milf Hunter no puede creerlo. Ni en sus fantasías más perversas la imaginó tan perfecta, tan ideal. Por eso le cuesta tanto dinero la hora acordada. Y a pesar de toda la cháchara de su descubrimiento anterior, se siente profundamente agradecido con la Nueva Democracia Nacionalista, que un año antes dio de baja a todos los profesores universitarios de filosofía griega, para centrarse en lo que verdaderamente importa, la filosofía aborigen precolombina. Si no fuera por esto, nuestro héroe nunca tuviera la oportunidad de disfrutar esta ocasión única en su vida. O quizás sí, pero tendría que aplicar muchísimo tiempo y esfuerzo. ¿Y de eso no se trata la democracia, de tener todos las mismas oportunidades?

―No, mi amor, me siento genial. Por cierto, quiero sorber tus lágrimas como si fueran gelatina.

06 febrero 2014

Carta # 2

Dejas de parecerte a un renacuajo y tienes más cara de bebé. Tu mamá y yo nos endeudados como locos para poner tu cuarto muy lindo, con piso nuevo, paredes recién pintadas y una cama cuna bien estereotipada de serie de televisión.

En la oficina todo el mundo habla de irse del país, y yo no puedo imaginarme haciéndolo, tendría que quebrar la empresa donde trabajo y, vamos, todo es posible.

Quisiera comprar un carro más cómodo para llevarte a pasear por los rincones de Venezuela como hizo mi padre, pero me disculpo por traerte en una época tan complicada. Aunque muchas veces me desilusiono, nunca pierdo realmente la esperanza de que las cosas cambien para bien.

Trato de darle toda mi atención a tu mami, y ella me obliga a despedirte antes de ir al trabajo. Yo no estoy seguro de que me escuchas, pero por si acaso, voy a leerte La isla del tesoro todas las noches para que seas amante de las aventuras.

Últimamente estoy un poco sensible, y trato de aprovechar ese mood para escribir un poco. El otro día se me salieron las lagrimas viendo Up, y me sentí bastante ridículo.

Ya tienes viente semanas. El tiempo pasa volando, ¿no?

02 febrero 2014

Día 15, sábado 12 de septiembre de 2009, Roma

Como a las seis de las mañana yo había guardado el colchón y me había ido a la cama de Susana. Nos levantamos más tarde, y no desayunamos en el hostal porque yo estaba medio arrecho con ellos. Llegamos a la estación del tren, y Susana volvió a comprarse impulsivamente otro legin por dos euros en los buhoneros del terminal. Ya en ese momento vestía uno comprado el día anterior. Yo pensé en caminar por la paralela Sur de la Nazionale para llegar al Coliseo, y desayunar por allí. Comimos en un lugar frente al teatro de la Ópera, Er Bucheto, donde sólo vendían sánguches de pernil. Lo elegí porque los viejitos en negocios solitarios suelen conmoverme, y el pernil se veía delicioso. El lugar pareció ser famoso en alguna época, porque tenía una pared llena de fotos con (supuse) personajes importantes. Ahora era un rincón de pocas mesas (eufemismo apropiado: íntimo), proveedor de pernil a mesoneros de otros restaurantes cercanos.



Por las calles paralelas encontramos una iglesia que no me importó y luego dimos con el Coliseo, que decepcionó un poco por ser un montón de piedras en muy mal estado. En los libros debe estar fotochopeado. Allí me di cuenta de que los legin de dos euros en lugar de negros eran casi transparentes, y a Susana se le veía toda la pantaleta. En los alrededores del Coliseo, había varios recién casados tomándose fotos para sus álbumes de sala, y hasta la chama que el día anterior no la dejaron entrar en el Museo del Vaticano por estar muy escotada.



Después de chulearnos la explicación del Coliseo a una pareja de ancianos gringos con su guía privado italiano, entramos en el parque de las ruinas del Palatino y el Foro Romano. Por cierto, si "ruinas" son algunas piedras tiradas por catorce euros, es preferible cerrar los ojos: imaginar que estaba parado sobre el centro del poder político hace dos mil años mejoró un poco mi ánimo.

Al salir, nos encontramos una manifestación contra Berlusconi, y buscamos un lugar donde almorzar. No fue una buena comida, pero al menos tomamos vino y nos quedamos allí por dos horas, mientras apreciábamos lo que podía ser un divorcio en potencia en la mesa de al lado.

Comenzó a llover cuando nos íbamos, y nos refugiamos primero en una fabulosa tienda de trenes a escala, y luego en el Panteón, que nos encontramos por casualidad frente a una plaza. Allí vimos la tumba de Rafaello, y supimos que es la única construcción romana completa aún en pie. Por fin, algo no estaba destruido. Y gratis.



Regresamos al hostal porque ese día sí teníamos camas asignadas, y aproveché para escribir en el retrasado diario, mientras Susana descansaba. Después de un intento fallido por comprar un combo de pizza margarita + Coca Cola por 3,5 euros, Eric nos contó su aventura en Roma del día anterior, cuando no consiguió donde dormir, y terminó ayudado por un travestí que le ofreció posada. El partía el día siguiente a Florencia, nosotros a Viena.

20 enero 2014

Apollo 18

Te voy a contar una historia pero no se lo digas a nadie porque es súper secreto: soy el único venezolano en viajar en una misión Apollo. Sí, zarpé al espacio una noche lluviosa de 1986, cuando todo el mundo miraba desde su casa la estela brillante del cometa Halley. Lo que nadie sabía es que no era un cometa lo que observaban en el cielo, sino mi nave espacial quemando kilolitros de gasolina de alto octanaje.



Viajé durante dos años en una cápsula de metal, y aprendí de memoria todas las estrellas del firmamento. Todos los días estudiaba los tipos de rocas que debía analizar, y los componentes químicos que necesitábamos encontrar. Fueron dos largos años, viendo al puntito rojo volverse más grande, tan grande que un día nos comenzó a halar su gravedad, y ya no fue necesaria tanta gasolina. Apagué los motores, y descendimos sobre las rocas rojizas de Marte. Abrir la escotilla y ver la superficie fue la mejor experiencia de mi vida hasta aquel momento. Pero esa no es la parte increíble de la historia.



Apenas descendí sobre Marte y pisé la tierra, escuché unos quejidos. Al principio, pensé que eran extraterrestres, marcianos que mi nave había golpeado sin querer durante el amartizaje. Eso me emocionó mucho, debo confesar. Uno de los objetivos de aquella misión ultra secreta era encontrar vida, por eso había estudiado tanto los tipos de roca que debía analizar. Pero no vi a nadie. Miré en todas las direcciones y sólo encontré desierto rojizo. Entonces, me di cuenta de que los quejidos provenían del interior de la tierra marciana, y pensé que tal vez los extraterrestres se encontraban en el subsuelo. Recosté mi oreja en el suelo de Marte, y una voz de ultratumba dijo con mucho eco:

—Amigo, tu nave me está lastimando. Ponla por favor sobre la montaña.

Aquello me asustó mucho. ¿Quién me hablaba? Miré a todos lados, al cielo, pero no había nadie. Pero yo había viajado dos años en una carcacha de metal, y nadie iba a detenerme en mis propósitos. Agarré mi tubo de ensayo como si fuera una pistola, y grité desesperado:

—¿Quién es? ¿Quién habla? ¿Qué quiere de mi?
—Tranquilo, amigo —respondió la voz, conciliadora—. Soy yo, el planeta Marte.

Te parecerá extraño, pero jamás pensé que me tomaban el pelo. Estaba en otro planeta, solo, sobre un cuerpo terrestre supuestamente parlanchín, y con un tubo de ensayo como arma. Miré la superficie donde había amartizado: era blanda como llagas. En cambio, la montaña era rocosa como los callos de las manos.

—Si eres de verdad Marte, demuéstralo —dije retador.

Un volcán a lo lejos erupcionó violentamente. El sonido fue aterrador, como si arrimaras un mueble de tu casa, pero mucho más fuerte. La lava amarilla salió como un chorro directo al cielo, pero en lugar de caer por la gravedad, se mantuvo unos minutos en el aire, formando unas letras que decían en español:

HOLA SOY MARTE

Te parecerá loco, pero le creí. Le creí a la voz. También temí que me arrojara la lava ardiente si no le creía, pero la lava se secó en el aire, y cayó al suelo hecha rocas. «Ígneas, como en la Tierra», dijo.

Arrojé mi tubo de ensayo y deseché el listado de experimentos. Apenas moví la nave a la montaña, la voz comenzó a hablar largo y tendido, durante varios días, como si fuéramos amigos de toda la vida. La voz era del propio Marte, el cuarto planeta, quien tiene vida real como un ser humano, pero es un planeta. Y me contó muchas cosas, incluso de por qué es tan rojo.

Marte era de color azul, un azul más fuerte que el de La Tierra, nuestro planeta. Era un planeta buenmozo (cómo negarlo), no sólo por su color tan llamativo sino porque además tenía cinco lunas, muchas más que sus vecinos cercanos al Sol. Pero resulta que a Marte le gustaba mucho Venus, la planeta que está cerca del Sol. Venus era muy coqueta y dulce, y eso le gustaba a Marte: Marte estaba muy enamorado.

Pero Venus estaba muy lejos: Marte tenía que llegar hasta La Tierra y después recorrer millones de kilómetros más para poder estar junto a ella. Pero Marte era un romántico y lo hizo: a pesar de que Júpiter le advirtió sobre lo peligroso que era un cambio de órbita, Marte no le hizo caso y recorrió los millones de kilómetros necesarios para estar junto a Venus. Y la verdad es que Marte y Venus eran muy felices, ¿no dicen que los hombres son de Marte y las mujeres son de Venus? Bueno, por eso es que lo dicen.

Pero las advertencias de Júpiter no fueron exageradas: Marte no estaba acostumbrado a estar tan cerca del Sol como Venus. Venus tenía toda la vida cerca del Sol pero Marte no, él estaba lejos, donde hacía más frío. Y como estaba muy cerca del Sol y no usó protectores solares, Marte se insoló. Demasiado Sol recibió. Recibió tanto Sol que tres lunas se le quemaron y se quedó solamente con dos. Pobre Marte. Por eso es rojo, por la insolación que recibió. Y por eso se queja cuando uno lo pisa, porque le duele mucho que le toquen las quemaduras.

Por eso Marte regresó a su antigua órbita, lejos de Venus. Pobre Marte y Venus. Allí Marte espera hasta que algún día se le alivien sus quemaduras, y pueda regresar con su amiga Venus para ser felices, al menos por un rato. Y por eso Venus se forró de nubes para que no vieran sus lágrimas, convertidas en tormentas.

Pero Marte es paciente. Sabe que un día se mejorará, y volverá junto a Venus. Y ella también lo espera.