31 marzo 2013

El perdón y otros pecados

C. tiene diez años y no sabe por qué su familia se peleó hace cinco. No entiende pero tampoco pregunta. Le han dicho que no pregunte y él obecede. C. es tan obediente que pasa llave a las puertas de su casa todas las noches cuando se van a dormir. C. quizás piensa que la familia es una pequeña patria, y a veces se dividen, como las dos Corea. Pero tener dos familias que no se hablan (ni siquiera se mencionan) arrastra a una doble vida, a pensar todo antes de hablar. A una forma inocente de hipocresía.

Justo ayer mi padre me mostró unos retratos de un fotógrafo de la Sedunda Guerra Mundial, fallecido recientemente. En las fotos, se veían niños jugando en un cementerio o siendo atendidos por un sacerdote, luego de un bombardeo. Los hombres y las mujeres trabajan durante la guerra, pero los niños sólo sufren.

Si aceptamos que somos un ser social, ¿por que nos volvemos tan sectarios, con el tiempo?

Le dije a C. que tenía la esperanza de que las peleas se resolvieran en unos años. Él me dijo:《Yo también》. Pero yo ahora no estoy tan seguro. Yo estaba ebrio y al final le regalé una cajita feliz.

Es extraña nuestra capacidad de autoengañarnos. Subimos la cámara fotográfica para no enfocar la basura. Aunque quizás de eso se trate la 《patria》: de tomar decisiones fuertes a pesar de las duras consecuencias.

Pero es necesario estar atento a todas las verdades.

19 marzo 2013

Réquiem para Chávez

Casi nadie quiere morirse. Pero me perturba la idea de que Chávez haya manejado tan mal el tema de su propia muerte. Desapareció durante tres meses, y luego anunciaron su fallecimiento. Al contrario de Bolívar, no dejó una última proclama. Tampoco perdonó a sus oponentes. No invirtió sus bienes materiales, porque el petróleo estaba a más de cien dólares por barril.

Trato de pensar por qué Chávez participó en la contienda electoral de 2012 estando enfermo. No le veo sentido. Cualquier miembro del PSUV podía ganar con su apoyo, pero prefirió lanzarse él, postergando exámenes médicos mientras aseguraba que estaba sano.

Mucho menos tiene sentido que un tipo que estuvo al aire durante siete meses en catorce años, no hiciera ninguna aparición pública durante sus últimos tres meses de vida. El gobierno asegura que se mantuvo trabajando, como coartada perfecta para negar una falta absoluta.

Chávez deja un país militarizado, donde tipos con armas de guerra comen helados Freshberry dentro de centros comerciales. Un país lleno de subsidios a la población, desde la gasolina (prácticamente gratis), precios de alimentos controlados, y bonos a adolescentes embarazadas, hasta un férreo control cambiario que ha enriquecido a la nueva burguesía estatal, tanto como a la vieja. Nunca se combatió al latifundio, no existen nuevas empresas básicas, se importaron millones de netbooks hasta el 2012 diciendo que se producían en casa. Existe libertad de prensa, pero también vigilancia y hostigamiento político a los trabajadores públicos, quienes deben asistir a marchas del gobierno para evitar humillantes despidos, en los cuales son tratados como delincuentes comunes, al más puro estilo checo.

Durante un tiempo, pensé que Chávez realmente soñaba con la integración latinoamericana. Eventualmente,  entendí que sólo quiso un espacio del continente donde pudiera ejercer su influencia, y ganar reputación mundial. Por eso, nunca permitió el surgimiento de un liderazgo regional dentro del partido de gobierno, donde él fue la voz decisiva. Gobernó sin pensar en la alternabilidad democrática, y aprovechó la constitución para ejecutar leyes orgánicas desde el Poder Ejecutivo.

Las similitudes con el Gran Hermano de Orwell no son pocas: acusó de sabotaje las fallas en el suministro eléctrico y accidentes petrolero, según él, planeados por potencias extranjeras. También solía amenazar con el regreso de la "Cuarta República" (gobierno anterior al de Chávez) si no apoyaban su candidatura. Sus fotografías colapsaron empresas y oficinas públicas. Muchos de sus discursos, en lugar de amor, parecieron los famosos "dos minutos de odio" de la novela 1984. Ni hablar del desabastecimiento de productos básicos, sustituidos por versiones del "Café de La Victoria". Todo esto, aderezado con la promesa de un lugar mejor cuando acabara "La Guerra".

Chávez parecía indestructible. Yo estaba convencido de que gobernaría hasta más allá del 2019, en gran parte, por su gran poder evangelizador. El voto en Venezuela dejó de ser ideológico para volverse emocional. Eso hizo más fuerte a Chávez. No necesitó ser ponderado por la cantidad y calidad de sus obras, ni  presentar planes de gobierno, y mucho menos realizar debates electorales. Tuvo carta libre porque no había forma de que no tuviera razón.

“Algún filósofo dijo, no me acuerdo quién: la función debe continuar, con nuestros dolores, nuestros pesares y nuestros muertos”, mencionó Chávez en referencia a la tragedia de Amuay, el peor accidente petrolero de la historia venezolana, en agosto de 2012. Y lo dijo en plena campaña electoral, enfermo, y sabiendo que le quedaban pocos meses de vida. ¿Por qué no dio un paso atrás, y se fue a vivir esos últimos meses con su familia en Sabaneta? ¿Por qué nunca dijo la verdad?

Una cosa sí aprendimos de todo esto: Cuba no parece ser el lugar más apropiado para tratarse de cáncer, después de todo.

01 marzo 2013

Algo raro pasa en el condado de Sarría

Todos los sábados iba un señor para «Rancho Alegre». «Rancho Alegre» es un pequeño edificio donde viven niños sin padres, adoptados por un matrimonio. Tienen una pequeña cancha de básket y una pequeña biblioteca, que adoraba Timmy, el más chico pero de curiosidad insaciable. En el edificio hay varios cuartos, donde duermen los niños, quienes no superan la docena. Un señor iba todos los sábados y hacía una barbacoa, y los niños comían en un mesón de madera con cestas de pan. Pero, últimamente, se había interesado mucho por «apadrinar» a algunos chicos. «Apadrinar» significa compartir con el chico individualmente, ya sea llevándolo al cine, al parque de diversiones o al zoológico del otro condado. Esto incomodaba mucho a Tía Peg, la madre adoptiva de los chicos.

Un sábado, el señor buscó a Timmy muy temprano, y lo trajo entrada la noche. Durante los días siguientes, Timmy no quiso ir a la biblioteca. Entonces, Tía Peg le preguntó a Timmy qué había hecho con el señor el último sábado, pero Timmy aseguró que sólo habían ido a tomar leche a la taberna de Lucas.

¿Toda un día para tomar leche en la taberna de lucas? Tía Peg no estaba convencida. Por eso, decidió transmitirle su incomodidad al Tío Roger, el padre adoptivo de las criaturas.

Al Tío Roger también le pareció que la actividad había sido muy corta para ocupar toda la jornada. Él no se había dado cuenta de ese acontecimiento, naturalmente, porque estaba en la granja con los chicos mayores tirando el arado. Entonces, Roger decidió telefonear a Lucas, pero Lucas confirmó la versión del pequeño Timmy: el niño y el señor habían pasado todo el sábado tomando leche en la taberna.

¿Pero, entonces, por qué Timmy pasó los días siguientes al sábado sin ir a la biblioteca? Tía Peg insistió a Tío Roger, pero Tío Roger no quiso ahondar más en el asunto. Confiaba mucho en el tabernero Lucas. No tanto en el señor, pero sí en el tabernero Lucas.

Aunque Timmy insistió que el señor era un buen hombre, de divertidas historias y útiles consejos, Tía Peg fue con ellos el sábado siguiente a la taberna. En efecto, no hubo nada raro. El señor era un tipo gracioso, muy culto, que sabía de memoria historias fantásticas como la isla del tesoro, de Stevenson. Además, era respetuoso y amable. Tan amable, que se ofreció a llevar al baño al pequeño Timmy cuando a este le dieron ganas de hacer pipí. Pero después de veinte minutos, timmy regresó con un aspecto demacrado. El señor salió segundos después, subiéndose los pantalones, y comentando en voz muy alta que Timmy había vomitado toda la leche.

Aquella noche el pequeño Timmy lo confesó todo.

A esa misma hora, Tía Peg tomó su caballo y fue a todo galope a la casa del alguacil. Felizmente, las luces de la casa aún estaban encendidas. Tía Peg golpeó fuertemente la puerta, hasta que el alguacil abrió. Sin mediar palabras, Tía Peg comenzó a llorar. Mientras lloraba, balbuceó que su niño, el pequeño Timmy, había pasado lo peor, que en fin, era terrible. El alguacil le pidió que se calmara. Le ofreció café y una rosquilla. También quiso presentarle a Richard Clayton, su primo, designado hace poco alcalde de aquel condado, Sarría.

Tía Peg se puso blanca como la leche. Blanca y fría. Richard Clayton sonrió y le extendió la mano.

—Sí, nos conocemos, pero no había tenido oportunidad de presentarme como es debido.

Ya el alcalde no sale con Timmy. Ahora es la Tía Peg quien sale a cabalgar los sábados, cuando todos están dormidos. Timmy lo sabe. Por eso no vuelve a la biblioteca. Eso sí, nadie se mete con «Rancho Alegre», al menos.