03 abril 2012

juan griego

tres amigos cercanos a los cuarenta años llevan varias rondas de cerveza en la tasca juan griego, en bello monte norte. en la tv del local pasan "jersey shore"

raúl: el rollo que tienen los reality show, bróder, es que no tienen nada de real. porque si fueran de verdad, fueran divertidos. me explico: me ostina que los humanos tendemos a idealizar a la naturaleza, anualmente hacemos miles de estúpidos documentales sobre estúpidos animales que están por extinguirse y que merecen extinguirse, pero a la gente los animales les parecen «bellos». en cambio, un tipo comiendo un mcdonald's es un imbécil.
capitán: es que, no sé chamo...
raúl: ¿cómo no sabes?
capitán: bueno, para mí, es que nos gusta aparentar. a los seres humanos, me refiero. fíjate, el otro día fui a recoger unos libros que estaban en la mesa del comedor, uno sobre el museo del vaticano y otro de cocina, y claudia dijo que no los moviera, que ella los dejaba allí por decoración. y yo no le dije nada, estuve a punto de decirle que no fuera tan snob, dios mío. (se quita los anteojos y se restrega la cara) para serte sincero, chamo, mi relación con claudia es tan obsoleta como el himno nacional: yo quiero hacerlo pop, como ilan chester, pero ella se esfuerza por mantenerlo con el tono de marcha militar, o peor aún, como esos pavosos orfeones universitarios. y eso que ella es músico y toca violín en una orquesta. lo peor es que la chama se la tira de libre pensadora, de open mind, pero no para de revisarme el celular, de preguntarme "¿quién era?" después de que me llaman por teléfono. y cuando quiere calentarme en la cama, me dice que alguna vez quisiera hacer un trío con una tipa, pero en realidad no quiere hacerlo, no le gusta, y nunca lo hará.
diego: ah, no, capitán, es que el tema de las mujeres, ésa es otra voz. mi mujer cada vez me tiene más culebreao. cada vez ronca más, ¿me entiendes? y trata de darme besos y me respira en la nariz. coño,  capitán, a mí me arrecha que me respiren en la nariz. y eso que no te cuento la última. fuimos al mercado, y cuando estábamos pagando, se puso a supervisar cada movimiento del carajito que mete los peroles en las bolsas. tú sabes que desde que le robaron el conflé anda traumatizada, pero coño, no es para tanto. bueno, resulta que el carajito nos llevó las bolsas hasta el carro, las montó, y la caraja vino y le dio dos bolos de propina. yo no sabía a dónde meterme, te lo juro que si hubiera tenido plata en ese momento, le daba lo que sea, pero no tenía ni una locha. ¿y sabes lo hizo el carajito? apenas le dio los dos bolos dijo «náguara e' pichirre». coño, hermano, a mí se me desbarató el mundo. pero lo más cumbre no es eso, sino que mi mujer le respondió: «¿ah, sí? la próxima vez no te doy nada, bandido».
raúl: (entre ladillado y molesto) bróder, siempre tienen que cagarla hablando de sus esposas. yo intentaba hacer una conversación seria, pero vienen ustedes y me llenan otra vez de sus miserias injustificadas. creo que somos los bastante adultos para saber que sus matrimonios son un fraude, un eco 3D, echarse azul de metileno para quitarse las llaguitas.
diego: ah, no, raúl, tú no tienes que reclamar ese esequibo. porque estar casado es feo, ¿oíste?, más feo que cabimas. cuando estás casado tu mujer no te habla bonito, sólo se queja de cada fibra de tu mediocridad, del vaso que dejaste al lado del televisor, el vacío de cerveza que le ENERVA tener en la cocina. y como ella gana más que tú, tienes que quedarte (dedo índice en la boca) mira, calladito. coño, uno quiere llegar a su casa a descansar, que su comidita esté lista y puedas ver televisión tranquilamente. pero a tu mujer le da arrechera si te ve descansando un ratico. dígalo ahí, capitán.
capitán: es que, míralo así, raúl: cuando tú vas de caracas a valencia y pasas el puente la cabrera, ves el lago full cerca de la autopista. seguramente piensas que cuando eras un niño el lago ni se veía a lo lejos. pero sí se veía. sólo pasa lo que dijiste al principio, idealizas todo. estás idealizando el matrimonio, porque no estás allí para vivirlo todos los días. como tampoco vives en el fucking lago de valencia, chamo.
raúl: (más calmado) a ver, bróder, me explico. me refiero a que por lo menos ustedes tienen a alguien que está allí y les para bola. yo no logro sacarme de la cabeza la idea de que voy a llegar a los sesenta y pico de años solo, y voy a tenerme que hacer la paja porque no tendré plata suficiente para levantarme carajitas, como tú dices. y eso me jode, bróder. y si eso pasa, te lo juro que me hago las tetas. prefiero masturbarme tocando algo redondo que sin tocar nada.
diego: mierda, qué asco.
jefe: (visiblemente molesto) ah, no, no me vas a venir con tu discursito manipulador de quedarte solo y eso. como si no fuera suficiente cliché tener cuarenta y actuar como un adolescente, dios mío. tienes la vida perfecta, sin ataduras, ¿y todavía te quejas?. ya quisiéramos nosotros estar en tu lugar.
raúl: (estira los brazos hacia afuera buscando una explicación) ¿y por qué no dejas a claudia, bróder?
capitán: mira, raúl, es que si yo quisiera separarme lo haría ya mismo. no me importa la manutención, la casa, el carro, los niños. si no lo hago, es por las amistades comunes. mis amigos son amigos por parte de claudia, incluso tú. y a la hora del té, ellos cogerán adonde ella. tú sabes cómo es: los amigos de tu esposa nunca serán tus amigos. eso es un teorema. y si no lo es, debería serlo.
raúl: es que no entiendo, bróder, por qué tratas tan mal a claudia, sólo eso. esa chama hace divertido hasta una cola en el banco, hasta ir a votar a unas elecciones. en cambio, entre las jevas con las que salgo y yo hay un muro de berlín altísimo, sin un maldito checkpoint charlie. a ver, explícame, que no entiendo.
capitán: (alza su trago y bebe mientras guiña el ojo) pasa que tú no estás casado con ella.

silencio prolongado. raúl y capitán beben varios tragos de sus cervezas. diego, quien había permanecido expectante, interviene.

diego: capitán, ¿sabes por qué yo no dejo a mi mujer?
capitán: dime, pues.
diego: porque la coñoemadre hace un caldo de gallina que te cagas.

ambos sueltan varias carcajadas. raúl tiene la cabeza baja. un par de lágrimas corren hacia su boca. se limpia, suena su nariz, y levanta la cabeza.

raúl: capitán, ¿tú te acuerdas de esa caraja de maracay que te conté, la violinista de la orquesta con quien tuve una vaina?
capitán: sí, ¿qué pasó?

raúl, que parecía determinado a intervenir, baja los hombros.

capitán: (enfatiza) dime, pues.
raúl: (baja la cabeza de nuevo) no, nada.

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