31 marzo 2013

El perdón y otros pecados

C. tiene diez años y no sabe por qué su familia se peleó hace cinco. No entiende pero tampoco pregunta. Le han dicho que no pregunte y él obecede. C. es tan obediente que pasa llave a las puertas de su casa todas las noches cuando se van a dormir. C. quizás piensa que la familia es una pequeña patria, y a veces se dividen, como las dos Corea. Pero tener dos familias que no se hablan (ni siquiera se mencionan) arrastra a una doble vida, a pensar todo antes de hablar. A una forma inocente de hipocresía.

Justo ayer mi padre me mostró unos retratos de un fotógrafo de la Sedunda Guerra Mundial, fallecido recientemente. En las fotos, se veían niños jugando en un cementerio o siendo atendidos por un sacerdote, luego de un bombardeo. Los hombres y las mujeres trabajan durante la guerra, pero los niños sólo sufren.

Si aceptamos que somos un ser social, ¿por que nos volvemos tan sectarios, con el tiempo?

Le dije a C. que tenía la esperanza de que las peleas se resolvieran en unos años. Él me dijo:《Yo también》. Pero yo ahora no estoy tan seguro. Yo estaba ebrio y al final le regalé una cajita feliz.

Es extraña nuestra capacidad de autoengañarnos. Subimos la cámara fotográfica para no enfocar la basura. Aunque quizás de eso se trate la 《patria》: de tomar decisiones fuertes a pesar de las duras consecuencias.

Pero es necesario estar atento a todas las verdades.

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