15 mayo 2011

tumbao

la muchacha de la mesa de enfrente tiene el aspecto de mi exnovia. no me ve, está sentada de perfil mirando al grupo de salsa que versiona un tema de sabú, o ve la columna de madera frontal. eso sí, está sola. a veces apoya las mejilla sobre sus manos, luego se cansa y deja caer los brazos sobre las piernas. se parece mucho a mi exnovia. es morena como ella, los pómulos y quijada pronunciados, el cabello liso con un corte de cantante afroamericana de principio de los sesenta. mi exnovia siempre tuvo el cabello largo pero ahora noto que le quedaría bien un poco más corto. ¿será ella? no puede ser, estoy a miles de kilómetros de distancia, en un local que no frecuento. incluso, tomé un pisco sour y tampoco bebo. soy menos yo, desde que terminó conmigo hace unos meses, y soy más salidas nocturnas hasta las seis de la mañana, el cordón umbilical que se hizo hara-kiri, nacionalismo accidentado al que le cambio una tuerca cada semana. ¿será ella? la muchacha sigue mirando a la nueva banda que llegó, un grupo de tres chicas resucitadas de los años ochenta, ahora sale más gente a bailar porque el merengue es más fácil que la salsa. yo quiero acercarme y (¿será ella?) decirle lo mucho que me hace falta, mejor no, no le digo nada, sólo la miro y sonrío. que sepa que no la busco y deseo su felicidad, que es libre como descubrí que soy yo aunque me inquiete la soledad. pero no es ella, seguramente, no puede ser ella.

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