22 abril 2009

tierra

era muy pequeño cuando mis padres me dijeron que más allá del horizonte del mar estaban las antillas y norteamérica. yo amo los días azules, cuando las nubes se diluyen en la tierra y los satélites de google hacen sus fotografías. cuando en la tarde la luz se atenúa pero brilla tanto que no la contienen los dedos. en la universidad solía ver esas tardes y el ávila ponía colchones de nubes en el horizonte para cuando el sol se acostara. se comenzaban a encender las luces en petare y el trajín y el dolor diario parecía más bien una escena navideña desde afuera. el eterno chorro abierto de carros en la autopista y el reloj de la torre la previsora que parecía un venus amarillo. y las estrellas en diciembre, orión en todo el medio a las once de la noche y la grama recién cortada, húmeda y fría, con las canciones de los árboles y la neblina, canciones agudas de grillos y teclados de las computadoras del 24 horas. yo amo las noches estrelladas, y recuerdo cuando era muy pequeño y mis padres me enseñaron que los siete cabritos era la osa menor.

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