susana ha desarrollado un inesperado amor por las plantas que resulta algo extraño, casi incómodo: les habla como si fueran bebés, con amapuchos y todo. yo le dije: pero si son plantas, pero ella aseguró que las plantas sienten, ya que «son seres vivos».
ese mismo argumento lo utilizó su mamá cuando la interpelé públicamente. la buena señora me miró con cara de lástima peruana, y casi deletreó «son seres vivos», haciéndome sentir mal con la flora mundial. ¿brillante, no? porque ninguna dijo que las plantas escuchaban, lo que sería ridículo (no tienen orejas), sino que ambas enfatizaron el verbo sentir.
no pude hacer nada contra eso. sólo le dije a susana: me parece que es un amor forzado, pero ella simplemente giró horizontalmente su cabeza, y continuó regañando a la cala enana porque estaba como alicaída.
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