la otra noche, un chamo mestizo y desaliñado se montó en el metro a vender un combo de tres vasos de vidrio por diez bolívares.
susana pensó que era una inmejorable oportunidad para restituir los vasos quebrados. sin embargo, por más hurgaba en su cartera, no lograba superar los nueve bolívares, y casi llegábamos a nuestra estación destino.
de repente, una muchacha al lado mío le extendió a susana el bolívar faltante. ambas sonrieron, y susana pudo pagarle al chico, quien con gran probabilidad había robado los vasos e invertiría el dinero en piedra.
y todos fuimos felices para siempre.
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