16 septiembre 2011
nestea a las rocas
apenas argenis se graduó de ingeniero, su padre le consiguió trabajo en la estatal petrolera. para argenis y su padre era una maravilla: varios meses de utilidades, créditos para carro y vivienda, seguro médico y prestaciones, entre otros muchos beneficios.
pronto argenis comenzó a frecuentar la casa del gerente, bebía whisky mientras colocaba el carbón en la parrillera, y le enseñaba a su superior algunos trucos para lograr un sabor auténticamente argentino.
argenis no tardó en recibir un ascenso. poco a poco, el nuevo cargo le exigió trajes más costosos, una casa más grande, piso de mármol, cuenta en el exterior, acciones en un resort de margarita, luego cancún y, más tarde, punta cana: todo esto, gracias al crecimiento exponencial del crédito de su tarjeta, y el cuidadoso financiamiento de los pagos. sin embargo, una pésima gestión que nuestro héroe atribuyó en un correo "al mal clima por la crisis", arrojó cuantiosas pérdidas para la empresa, y postergó su esperada promoción.
por tanto, cuando su jefe se opuso a la designación del nuevo presidente de la corporación, a argenis no le quedó más remedio que apoyarlo. como resultado, fue expulsado de la empresa y anotado en la lista negra del estado. argenis quiso buscar el apoyo de su antiguo jefe, pero éste había logrado un contrato con una petrolera canadiense, y nunca pudo contactarlo.
fueron un par de años desesperados. argenis tuvo hipotecar su casa, luego mudarse a un pequeño departamento con piso de cerámica, sacar a sus hijos del colegio alemán trilingüe, suspender indefinidamente los almuerzos de carne de primera en un restaurante español todos los fines de semana.
ahogado por las deudas, argenis comenzó a vender pastelitos de carne, pollo y queso, en una zona industrial del este de caracas. las ventas fueron tan buenas que, en seis meses, su lugar de trabajo pasó de ser la maleta de su blazer 94' a un tarantín de alumino con un diseño elegante y sofisticado. pronto, argenis pudo contratar entonces a una empleada; luego, a dos. al año ya había banquitos de aluminio con mesitas.
y, todos los días, argenis les enseñaba a las encargadas cómo dorar los pastelitos hasta lograr un perfecto estilo francés, mientras se servía un trago de nestea en su viejo vaso de whisky, a las rocas.
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