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Andy Warhol. Shot Blue Marilyn (1964) |
"Y tal vez habría que cambiar el método, se dice el Cazador de Santos. Reformular los procedimientos del cónclave. Acabar con aquello
«en el más absoluto secreto y bajo juramento
», y abrazar sin límites la fe y la estrategia del difunto pontífice y santo casi instantáneo Juan Pablo II, también conocido como
«el Mediático
». Se lo podría escenificar al cónclave como si se tratara de un concurso de belleza
―desde los jardines y piscina de Castel Gandolfo
―, donde los aspirantes desfilarían luciendo diferentes galas, demostrarían la potencia y afinación de su voz para canturrear bendiciones y, claro, repetirían ese clásico mantra de las misses:
«Deseo que reinen la paz y el amor en el mundo
». O mejor todavía:
Big Pope. Veinticuatro horas transmitiendo desde adentro de la Sixtina, donde los papables entablarían alianzas; se traicionarían unos a otros; y realizarían diferentes pruebas como conducción y estacionamiento del Papamóvil; sometimiento y tortura piscológica a un artista para que les pinte colosales frescos dedicados a su gloria eterna; convencer a la audiencia de que la súbita muerte de Juan Pablo I, también conocido como
«El Brevísimo
», en 1978 fue
«por voluntad de Dios
»; probar quien canoniza más rápido; o
―asignatura decisiva
― demostrar que son capaces de vadear
«dilemas existenciales
» (como el Tercer Reich o cualquiera de las muchas dictaduras tercermundistas) sin necesidad de comprometerse. Y, por supuesto, oír aquello de
«Geraldo, estás nominado
» o
«Dionigi, debes abandonar la capilla
». Y, por supuesto, serían los feligreses quienes elegirían desde sus casas. Y a la hora de comunicar el nombre del vencedor no estarían mal algunos efectos especiales. Ya saben: coros angelicales, rayo de luz descendiendo de cielos que se abren, estigmas, cura de enfermos terminales, todo dirigido por ese muchacho, Mel Gibson. Y, pensándolo mejor, sería pertinente que los papas vinieran con fecha de vencimiento: cuatro años exactos. Hay un hueco que llenar allí, entre los Mundiales de fútbol y las Olimpiadas, con los cónclaves papales entendidos como una nueva y vigorosa disciplina deportiva, ¿no?".
Rodrigo Fresán, Vida de Santos.
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