recuerdo el corsa estacionado en la calle, yo en el teléfono público de cantv como un idiota bajo la lluvia nocturna frente a la previsora, como si el aire se metiera todo en los pulmones y no quisiera salir mientras veinte treinta cuarenta elefantes que se balanceaban sobre la tela de una araña sabían que ésta no iba a resistir y caían en mi pecho, sistemáticamente, en aumento.
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