(sábado en la mañana, después del desayuno)
mujer: (tierna) mi amor, me voy a la peluquería, porque tengo la cejas hechas un desastre.
hombre: bien, linda, así aprovecho de leer un poquillo.
mujer: (a la defensiva) ¿es tengo las cejas tan horribles? ¿por qué no me lo habías dicho antes pues?
hombre: (cagao) linda, ni sabía, ¡sabes que yo no le paro a esas cosas!
mujer: claro que sí, por eso te la pasas viendo a esas tipas con las tetas operadas.
hombre: pero por eso mismo le veo las tetas y no la cara.
mujer: (arrecha) mentira. (reprochadora) me desatiendes, quieres me vuelva gorda como una vaca para dejarme.
hombre: pero mujer, ¿tú te has vuelto loca? yo no he dicho nada de eso, ¡ni siquiera lo he pensado!
mujer: (desconsolada) no lo dices pero lo piensas. por eso no quieres verme los dos únicos días que tenemos completos para pasarlos juntos. (al borde del llanto) ya no te gusto, no me deseas.
hombre: (tratando de calmarse) no, ya, mejor no te digo nada porque es peor. tú sabes que te quiero y me gustas tal como estás, no sé por qué te inventas esas historias.
mujer: (triste pero recuperando la cordura) ¿de verdad me quieres?
hombre: (alterado) ¡coño, de bolas! pero es que te entran unas vainas...
mujer: (con puchero) yo sé, mi amor, pero es que tú también, cónchale, a veces siento que te molesta estar conmigo. (tierna de nuevo) pero yo sé que me quieres (le da un beso al hombre)
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