yo debía tener unos cinco años cuando mi mamá me prohibió comer donas de chocolate. supongo (trato de recordar ahora) que yo había comido muchas en días consecutivos y ella usó su autoridad como alarma. décadas después, cuando cumplí los nueve, me enteré de que aquella advertencia no era tan severa como la tomé: siempre fui libre de comprar donas de chocolate de vez en cuando.
nunca recuperé el tiempo perdido. todavía ahora, al comprar una dona de chocolate, miro a un árbol o a un carro que pasa, a la espera de una autorización.
No hay comentarios:
Publicar un comentario