31 enero 2010
la llovizna
josé tomás preparaba bistecs a las once de la noche mientras echaba cuentos, antes de salir a alguna fiesta o local del san ignacio. oswaldo veía cómo la vida se le escapaba en algún carro de la calle 5, y héctor esperaba retenerla con una llamada reveladora de riñones disponibles. yo me tomaba un café a las cinco de la tarde y las matemáticas cada vez se hacían menos exactas. las guacharacas dudamelas bullaban con las últimas estrellas y el ávila vigilaba mi sueño con libélulas y otros insectos extraños. yo escribía, mal pero escribía.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario