desde mi cuarto miro el mediodía sobre las tejas y la mata de mango. no hay nada de mí en ellos, sólo el sonido del viento contra las hojas cuando los vecinos no pelean ni escuchan reguetón. la persiana se ilumina como el dedo de ET cuando apunta en la cabeza a elliot y se despide, los zancudos no me pican sino que me miran desde la ventana, la alfombra del baño se seca sola después de cada ducha. sé que me queda poco tiempo aquí y no hay nada que sienta que voy a extrañar, de nuevo.
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