el reloj que yo miro no me dice cuándo se acaba el día, me deja solo ante esta maraña de segundos e incertidumbre, de miedos y de mierda. me duele saber que la he cagado tantas veces, pero trato de mirar al horizonte, ese horizonte extraño que tiene caracas entre ávila y cota mil, y siento que este valle se hecho cada vez más estrecho, como si los tiros lo hubieran desinflado.
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