21 noviembre 2014

Anticiudad

Como no puedo caminar por la acera, camino por la calle. Esquivo a los motorizado como si fueran lava venenosa, porque los motorizados son como los peces, no frenan. Hace unos meses vi una foto de esta zona sin metro, buhoneros ni terminal de facto de autobuses, y parecía lindo. Pero no debo confundir de nuevo que todo lo pasado fue mejor. Por eso, mientras te muestro lo que queda de esta anticiudad, espero que puedas crecer aquí, pero no tampoco quiero detenerme por nacionalismos trasnochados. Cuando mi papá nos tuvo, este era un país donde, si estudiabas una carrera universitaria y entrabas en una buena empresa, tenías garantizado en el corto plazo un lugar para vivir y una vida tranquila. Tu mamá sufre en ocasiones de ataques de pánico si caminamos por un sitio oscuro de una zona elitesca donde no debería pasar nada y diario pasan. No merece eso y menos tú. ¿Qué oportunidades tendrías cuando seas mayor en este país? ¿Trabajar en una empresa del Estado? Cada vez nos acostumbramos más a la mediocridad y ya no sé por qué lucho, ni por qué soy tan obstinado en tener esperanzas, pero las tengo. Sé que las cosas cambiarán pero no sé cuando, y no tengo demasiado tiempo para esperar. Así que cuando sueñes, por favor, acuérdate de la anticiudad que te muestro por la ventana y dale otra oportunidad.

Quizás así se aceleren las cosas.