30 agosto 2014

Pensamientos Metro


Si tuviera otra personalidad podría hacer muchas cosas. Por ejemplo, en el Metro hay un chamo que pide dinero para comer mientras arrastra su pie izquierdo y pone cara como si le hubiera entrado champú en el ojo. A mí me provoca darle cien bolos y decirle:


Pana, toma cien bolos, pero no te lo gastes en comida sino en piedra o bazuco, o en la peor hierba que puedas encontrar. Fuma e inyéctate todo eso, a ver si te terminas de morir y no sigues fingiendo una enfermedad para pedir plata en los vagones del Metro

Había también una señora embarazada que pasaba con su hijo en brazos pidiendo:《una ayuda para la embarazada》. Yo siempre quise darle una caja de condones en lugar de dinero y decirle:

Para la próxima, doñita fértil

En ocasiones, te montas en un vagón que está lleno de gente fea. No me refiero a malandros sino a gente poco atractiva. Puras viejas o bagres o gente que no le dedica un cariñito a su cuerpo. Son momentos en que cuestionas la belleza de las venezolanas que se exhibe en certámenes o páginas web, o si esa gente ya no se monta en el transporte público. Hasta que de pronto, entre toda esa gente mal aspecto, consigues una linda muchacha, que con alta probabilidad estudia en la Humboldt y se va a bajar en Los Dos Caminos, y te salva el día. Pero yo, sólo por agradecimiento, si estuviera soltero, sin hija y tuviera otra personalidad le diría:

Eres el culo del vagón, preciosa

Pero quizás sea mejor ser como soy y no decir nada, y sólo dejar en la cabeza estos pensamientos de Metro.

24 agosto 2014

Hombres sin alma


Hay hombres que no tienen alma. Existen, se levantan todas las mañanas a trabajar e incluso pueden reír, pero les han succionado su espíritu. Son vegetales vivientes, zombies sin apetito que deambulan por las calles con pequeñas excentricidades como cámaras fotográficas o papeles evangélicos que los hacen parecerse a la raza humana, e incluso lucir dulces, pero si los tocas son fríos, y sus ojos no tienen pupilas sino sólo iris, porque el iris ha ahogado a las pupilas que son el último dejo de humanidad que les queda, pupilas que se hinchan en un momento de brillo cuando comen un helado de chocolate o un pollo rebosante de grasas saturadas, pero que de pronto explotan en el aire como burbujas de jabón, y dejan en la acera una tenue marca de agua que se evapora en pocos segundos.

Y entonces por fin son libres. 

21 agosto 2014

Caries


Resulta que fui al odontólogo porque mi encía estaba inflamada y hasta me hacía doler el oído. Le había dicho a la doctora que tenía una caries y que la había visto. Yo sé reconocer caries porque hace años me hicieron tratamiento de conductos en una muela carcomida por estos organismos. Y la noche antes de ir al odontólogo había examinado mis dientes en busca del punto negro que taladraba mis huesos. Al fin lo vi entre mi antigua muela cariada y el premolar que está detrás del colmillo izquierdo, mientras rogué porque la caries no hubiera penetrado el nervio y asesinado mi premolar.

Cuando me hicieron tratamiento de conductos hace años y me informaron que mi muela estaba muerta, sentí una leve depresión. Que algo mío estuviera muerto significaba el primer golpe duro para mi cuerpo: a mí nunca me habían operado ni había perdido ningún órgano. Más allá de la miopía y la alergia matutina, mi cuerpo era bastante robusto de salud. Ahora enfrentaba una pérdida semejante a la de un tío que no viste mucho, pero que siempre te mandada regalos en navidad.

Pero resulta que yo no tenia caries en esta nueva visita médica. La odontóloga, tras una breve inspección, me informó que mi dolor se debía a que la resina que había sustituido gran parte de mi antigua muela cariada se había caído, y los trozos de comida chocaban contra la encía en lugar de muela cada vez que yo masticaba.

La odontóloga me puso una nueva resina por Bs. 2100, la cuales pagué mediante una transferencia web al volver a la oficina.

Esto último es para el registro.