Suena Marco Antonio Solís, una de sus pocas canciones moviditas. Todos los clientes que llegan quieren camarones, aunque yo encontré sólo uno en mi arroz. Veo la lámpara roja china sin bombillo, pero no me siento culpable de que Caracas consuma toda la energía eléctrica.
30 abril 2013
Restaurante chino en El Vigía
Suena Marco Antonio Solís, una de sus pocas canciones moviditas. Todos los clientes que llegan quieren camarones, aunque yo encontré sólo uno en mi arroz. Veo la lámpara roja china sin bombillo, pero no me siento culpable de que Caracas consuma toda la energía eléctrica.
22 abril 2013
Before ipod
10 abril 2013
Dos sueños impúdicos
Aparecemos en escena varios familiares y yo, estacionando un Chevrolet Corsa al borde de las escaleras de El Calvario, entrada la noche. Por supuesto, un choro aparece en escena. Mi primo pierde los papeles y grita como loco. Yo camino rápido hacia el carro, pero el choro me apunta con su pistola, grita: «quieto», y tuve que darle mi Galaxy S3.
Pasamos a otra escena, y aún estamos al borde del cerro El Calvario. Hay un pordiosero que atraca a un transeúnte. La pistola que usa es la misma que utilizó el choro para inutilizarme. El pordiosero dispara a quemarropa tres veces pero falla. Entonces, me doy cuenta que la pistola es falsa. Me abalanzo sobre el pordiosero, y le doy varias trompadas. En el trajín, el pordiosero deja caer un teléfono muy parecido al mío. Tomé rápidamente el celular, que asumí era el mío, y le di más trompadas al viejo, hasta matarlo.
Finalmente, aparezco en casa, me pongo la camisa y perfume, me veo en el espejo. Estoy bien. Agarro el teléfono y me doy cuenta de que es un Galaxy Ace, de mucho menor valor que mi S3 robado. Despierto.
Estaba en mi habitación intentando tirar con mi esposa pero siempre entraba alguien: mi mamá e incluso mi sobrino de un año. En un momento en el que todos salieron del cuarto, eché llave y volé hasta la cama. adoptamos la posición del Misionero. Pero al intentar penetrar a Susana, ella tenía un pene y yo una vagina. Me lo metí en la boca, pero la sensación me disgustó. El pene de Susana no era común: el glande formaba parte de todo el cuerpo del pene, que era flácido y rosado. Desperté.
09 abril 2013
Una noche feliz
El Celarg cada vez me entusiasma menos. Hace un año quitaron la función de las 7 de la noche, y la librería (o lo que queda de ella) cierra a las 5. Entré a la Sala Experimental pero no entendí ninguna pintura. En el Celarg 3 presentaban «Ratcatcher». La sinopsis comenzaba con: «Ryan, un niño de 12 años, se ahoga durante una pelea con su vecino James...», y no seguí leyendo. Si ya venía reconciliado con la vida, ¿para qué amargarme con ficción? Más bien la ficción es lo que debe salvarnos.
Bajé por la Luis Roche hacia ningún lado. A un costado del Celarg, donde estaba La Tienda del Cine, noté que construían un bar. Sería lo máximo que lo terminaran. Compensaría el cierre de cafés como Tawa, Come a Casa y St. Honoré, aunque aún duele la desaparición de La Tienda del Cine; en otrora, el templo del séptimo arte en Caracas. La original estaba en el Teresa Carreño, pero la reemplazaron por un negocio de artesanía.
Mientras caminaba, a un lado una pareja hablaba y reía. Comunicarme y reír al mismo sólo puedo hacerlo borracho, a menos que me pase de copas, y se me trabe la lengua.
Llegué a la Librería Lugar Común, en la esquina de la Avenida Del Ávila y la Francisco de Miranda. Fue inaugurada hace varios meses, pero nunca quise entrar porque, al asomarme, veía adentro a escritores «reconocidos». Me da miedo unirme algún día a ese club, y ser como un candidato a la presidencia, que debe favores a todo el mundo.
Un viejo gordo y calvo entró a la librería. Buscaba un libro imposible y se autodenominó erudito. La librería es un lugar exquisito. Parece la casa de muñecas de un escritor. Tiene muebles y una gran ventana donde se ve todo desde afuera. Traen con frecuencia libros de Argentina y México, y los venden a precios astronómicos. Aún así, se agradece. Elegí libros de Juan Villoro, Antonio Tabucchi, César Aria y «Abril Rojo», de Santiago Roncagliolo, de quien había leído textos por Internet. Del resto, sólo referencias.
El chico de la caja fue muy amable. Cuando me preguntó la dirección, y le dije: «Campo Rico», me preguntó dónde quedaba eso. Nadie sabe donde queda Campo Rico. Es un lugar sin historia. Cuando me mudé para acá, quise volverme el cronista del lugar, pero sólo escuché tiros. Campo Rico no es un campo, sino un cerro lleno de casas sin friso y tanques azules que no pagan agua. Esa es la mejor crónica que puedo dar.
Compré cinco libros y gasté mil bolívares. Una barbaridad, pero no me arrepiento. Nada pudo arruinar una noche feliz.
01 abril 2013
Sobre comida venezolana
Ayer preparamos empanadas de cazón en la casa. Las empanadas venezolanas se hacen con harina de maiz, bien fritas, con la típica medialuna que tienen todas las empanadas del mundo.
El cazón lo obtuve a través de mi mamá, quien nos dio secretamente lo poco que sobró del Pastel de Chucho.
El Pastel de Chucho es un plato típico venezolano más subvalorado que el Asado Negro. Se trata de un pasticho de cazón y plátano frito sobre una base de tortilla con papa. El resultado es una mezcla de sabores dulces y salados muy alucinante.
Este fin también comí por primera vez Malasrabias. Es un dulce de plátano con toques de clavo que me recuerda al dulce de lechosa (papaya). De los dulces venezolanos, soy fan del desaparecido Bienmesabe, sustituido en los restaurantes venezolanos por Tortas Tres Leches y Marquesas de chocolate.
También me parece insólita la ausencia de Papelón con limón como bebida estelar, sobre todo en los restaurantes criollos. Sin embargo, el otro día fui a Il Grillo (fast food italiano), y el combo tenía descuento si lo pedías con papelón. ¿Qué bolas, no? Pero si vas a una arepera, te ofrecen Nestea o jugo de fresa.
Hoy pasé por La Guarandinga (fast food de comida criolla), y había quebrado. Hace unos meses comí allí el mejor Asado Negro en años. Pero volvimos unas semanas después, y la calidad había bajado.
¿Por qué la mediocridad nos la tomamos tan en serio? Cuando un extranjero viene al país, hay que rezarle a San Sumito para que algo tan simple como un Sancocho de gallina, una Cachapa con queso, o hasta una fucking Chicha de arroz esté buena, vayas donde vayas.
Por eso no hay nada como unas empanadas de cazón hechas en casa.